¿Acaso es mucho pedir?
Se cumplió un año del fatídico 7 de octubre del 2023 cuando milicias palestinas mancharon de sangre la historia reciente de la humanidad secuestrando y asesinando a más de mil civiles israelitas (incluidos bebés de brazos) en escenas inimaginablemente pavorosas. Un año ya en el que todos -todos sin ninguna excepción- teníamos que haber lanzado desde el primer instante el mayor grito unánime de feroz indignación, no por Israel, de hecho, pudo haber sido la misma Palestina o cualquier otro pueblo del planeta, sino por la abominable, desalmada y brutal (no encuentro términos más duros) forma en que se cometió la dantesca masacre. Pero por increíble que parezca, después de un año todavía hay quienes desde occidente siguen apoyando y aplaudiendo esa carnicería sin nombre.
Recuerdo con perplejidad las terribles imágenes que los mismos terroristas grabaron y difundieron, pero aún más absorto estoy cuando constato que el fanatismo ideológico-religioso, propio de desalmados terroristas, ha calado también en personas y organismos de todo tipo que perdieron por completo el sentido común y el respeto por sí mismos. Veamos:
¿Por qué hay gente a la que hoy le fastidia la legítima defensa israelí frente al cobarde ataque terrorista, pero celebró la matanza judía de hace un año o en el mejor de los casos mantuvo un silencio cómplice? ¿Por qué organismos internacionales como la ONU y la OEA han callado respecto al incesante ataque en contra del pueblo judío, pero critican los de Israel? ¿Por qué se toleran este tipo de horrorosos asaltos a la población civil que violan de principio a fin toda convención de guerra y enfrentamiento armado? ¿Por qué en pleno siglo XXI aún debatimos si matar civiles a mansalva es o no un hecho cuestionable? ¿Por qué el sesgo tan cínico y manifiesto?
Si hipotéticamente el Ecuador, mi país, hubiera cometido algo parecido en contra de un pueblo hermano, es obvio que sus propios hijos habríamos protestado con indignación porque ninguna, repito, ninguna causa justificaría algo tan repugnante y diabólico como lo que hicieron los terroristas de Hamás. ¿Qué parte no se entiende?
¿Puede alguien en sus cabales apoyar -aunque sea solo con su silencio- que bebés sean degollados en sus cunas; que familias enteras sean quemadas vivas; que esposos e hijos vean a su madre o hermana ser violadas; que hijos vean a sus padres morir de un tiro en la cabeza después de ser torturados hasta la agonía; o que padres emitan desgarradores gritos de súplica para que no secuestren a sus hijos? No verdad; nadie debió apoyar entonces semejante atrocidad por más causa política o religiosa que los mueva.
No pido que el mundo salga en defensa de Israel. Solo pido una pizca de conmiseración y sentido común para repudiar con toda la fuerza que nos otorga la dignidad humana cualquier atentado inmisericorde, venga de donde venga, en contra de civiles inocentes. ¿Acaso es mucho pedir? (O)