PADRE PEDRO PORRAS  4

Columnistas, Opinión

Los paseos que con él hacíamos era una constante formación. Allí aprendimos a acercarnos a la naturaleza, allí aprendimos a tratar la obra de Dios con respeto, con admiración. La  montaña, la nieve, el agua, se volvieron, gracias a su acción pedagógica, en nuestros hermanos. Maestro en la gratificación del esfuerzo realizado en el aprendizaje. Aquellas academias literarias eran la palestra para recibir un aplauso generoso por esos primeros versos mal estructurados, pero nuestros; ese puñado de “chocolatines” que premiaban nuestras declamaciones poéticas…

El Padre PEDRO PORRAS fue el maestro del patio. El juego era un aprendizaje de lealtad, de amistad, de sinceridad, de esfuerzo. En el patio, los domingos por la noche, conocimos, a través de sus cuentos, la riqueza de nuestra tierra, la vida de nuestros héroes. Y cuando subíamos, bajo su guía a los tablados de un escenario, vivíamos intensamente, los acontecimientos históricos de nuestra Patria: Minacho, Teniente Ortiz. Las lágrimas de una madre, Nadino, Padre Pedro Porras nunca dejó su cátedra, porque de cualquier lugar y ocasión hizo su cátedra. Padre Pedro Porras fue un maestro Josefino marcado por la sencillez, el silencio, el hacer de todo misionero Josefino. ¿ Y Dios donde estaba? En todo eso….

Además de las obras de teatro antes mencionadas el P. Porras como maestro sabio supo aunar a la excelencia de su labor  pedagógica dentro y fuera del aula, con la belleza sublime de la poesía, obras literarias capaces de transmitir valores para formar  no solamente buenos ciudadanos, sino también seres humanos comprometidos con el mensaje de Cristo en una acción eficaz y efectiva por los más vulnerables.

Algunas de sus obras literarias son en 1953 “Poemas patrióticos”. En 1957 el poemario “Cantos a la Selva”. En 1963 “Arco Triunfal”, en 1968 “Amazonía, poemas salvajes” y en 1970 “Mi Homenaje”.

En 1950 fue Director de la escuela-pensionado Murialdo de Quito que dio origen a la Unidad Educativa Paulo VI en el popular barrio de la Magdalena al Sur de Quito y obtuvo la licenciatura en Filosofía en el Instituto Internacional Filosófico de Viterbo de la Congregación de Josefinos en Italia. La labor pedagógica del sabio ambateño partía siempre de la concepción antropológica del humanismo cristiano de larga data: el ser humano tiene la dignidad de hijo de Dios redimido por Cristo.

En 1958 se graduó de Licenciado en Pedagogía en la Universidad de Río Piedras de Puerto Rico y continuó sus labores arqueológicas. El eminente investigar y arqueólogo Emilio Estrada apreció tanto el trabajo de su colega ambateño que se volvió su mecenas financiado algunas expediciones y la publicación de: “Contribución al estudio de la arqueología e historia de los Valles de Quijos y Misagualli”.

El Dr. Robert Bell catedrático agradecido por la valiosa colaboración del P. PORRAS en sus investigaciones arqueológicas, le hizo conceder en 1962 una beca por dos años en la Universidad  del Norte de Oklahoma, donde era Decano. En dicha universidad el  insigne arqueólogo ambateño alcanzó una Maestría en Dibujo artístico especialización Antropológica en 1964. En este mismo año el ilustre sabio ambateño inicia dictando talleres de arqueología en la PUCE Quito y en el Instituto Superior Salesiano (que luego se convertirá en Universidad),  con una pequeña oficina en la Facultad de Ciencias de la Educación. En el mismo año publica una la biografía de “San Leonardo Murialdo, fundador de los religiosos Josefinos que el mismo ilustró y que ha tenido varias ediciones.  (O)

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