LA BANALIDAD DEL MAL
¿Se ha puesto a pensar por qué gente buena hace cosas malas? ¿Por qué personas que no buscan hacer daño, lo hacen de todas maneras, impulsadas por factores muchas veces ajenos a sus convicciones? ¿Por qué en dictaduras y regímenes totalitarios las fuerzas del orden castigan despiadadamente a los opositores pudiendo evitarlo o, lo que es más, no queriendo hacerlo?
El concepto de «la banalidad del mal» fue acuñado por la historiadora y filósofa alemana Hannah Arendt tras su cobertura del juicio a Adolf Eichmann, uno de los principales gestores del Holocausto Nazi. Arendt observó que Eichmann, lejos de ser un monstruo sádico, era un burócrata aparentemente normal que simplemente seguía órdenes. De ahí que, la frase sugiere que actos atroces pueden ser cometidos por personas ordinarias, motivadas por la obediencia ciega a la autoridad, la conformidad con las normas sociales y la falta de pensamiento crítico. No se trataría entonces de una maldad inherente a la persona, sino de la capacidad de cualquier individuo de protagonizar acciones horribles cuando se encuentra inmerso en un sistema que lo permite o lo incita.
No obstante, para algunos críticos, el eximir de culpa a osados victimarios con excusas ‘banales’ resulta ofensivamente simplista cuando hay hechos que hablan por sí solos.
Pero, y aquí viene una arista interesantísima, de acuerdo con Arendt, el concepto de “banalidad del mal” no se configura únicamente cuando los agresores procuran daño físico solamente, sino que la perversidad y malicia pueden verse reflejadas en el simple hecho de mentir. Sí, se puede ser muy mala persona solo mintiendo. Al respecto, la filósofa dice: “Mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que ya nadie crea en nada. Un pueblo que ya no puede distinguir entre la verdad y la mentira no puede distinguir entre el bien y el mal. Y un pueblo así, privado del poder de pensar y juzgar está, sin saberlo ni quererlo, completamente sometido al imperio de la mentira. Con gente así, puedes hacer lo que quieras.”
Demás está señalar que eso es precisamente lo que han hecho desde siempre los grupos narco políticos en el Ecuador quienes abren la boca solo para torcer la verdad, confundir y mentir descaradamente, cumpliendo a cabalidad con el cometido de hacer que el pueblo a estas alturas ya no distinga entre lo correcto e incorrecto, entre lo honesto y deshonesto.
Visto así, los más fieles cumplidores de la banalidad del mal en el Ecuador serían los correístas por ser personas normales pero que vandalizan y destruyen ciudades, que buscan el colapso económico de todo el país y que mienten cínica, impúdica y frecuentemente.
¿Pero, en verdad es así? ¿Este tipo de individuos son efectivamente la expresión de la banalidad del mal de Arendt, o con ellos simplemente la maldad es maldad a secas sin un ápice de banalidad? ¿Usted qué piensa?