Salud Mental, Sequía y Apagones: Una Crisis Silenciosa en Ecuador
En los últimos meses, Ecuador ha enfrentado una confluencia de crisis que trascienden el ámbito económico y ambiental para instalarse en la esfera de la salud mental; la sequía prolongada, producto del cambio climático, y los apagones constantes en todo el Ecuador continental, han generado un impacto significativo en el bienestar emocional de las personas, exponiendo una vulnerabilidad social y psicológica que muchas veces pasa desapercibida.
La sequía en Ecuador ha sido un detonante de incertidumbre ya que ha afectado no solo a los sectores agrícolas, que ven reducida su productividad, sino también a las comunidades que dependen del acceso al agua potable; este problema ha provocado un estado de incertidumbre constante, especialmente en zonas rurales donde la economía familiar depende de la tierra; la inseguridad hídrica está estrechamente vinculada con el aumento del estrés, la ansiedad y la sensación de impotencia. Estudios recientes sobre desastres climáticos evidencian que el impacto ambiental no solo afecta los medios de subsistencia, sino que también genera traumas psicológicos que pueden ser difíciles de superar sin apoyo.
Los apagones ha sido indiscutiblemente, un golpe al ritmo de vida, a la crisis hídrica se suman los apagones eléctricos, que han interrumpido actividades cotidianas en hogares, negocios y hospitales; estas interrupciones no solo tienen implicaciones económicas, sino que también afectan directamente la salud mental; los apagones imponen un estado de aislamiento forzado, limitan el acceso a información, y generan irritabilidad al alterar el ritmo de vida; así mismo niños y adolescentes, esta falta de estabilidad puede afectar la concentración en actividades escolares y exacerbar síntomas de ansiedad.
Ante todo lo mencionado, la salud mental ha sido la víctima olvidada; el impacto combinado de la sequía y los apagones crea un entorno que propicia el desgaste emocional; en Ecuador, el acceso a servicios de salud mental sigue siendo limitado, especialmente en comunidades rurales y sectores marginalizados. La falta de políticas públicas que aborden estos efectos de manera integral deja a las personas vulnerables a trastornos como la depresión y el estrés postraumático.
La resiliencia comunitaria es fundamental para mitigar este impacto, es urgente que las autoridades adopten medidas que no solo atiendan las causas estructurales de la sequía y los apagones, sino que también incluyan estrategias para apoyar la salud mental; la resiliencia comunitaria, a través de redes de apoyo y educación sobre bienestar emocional, puede ser una herramienta poderosa para enfrentar esta crisis silenciosa. El Ecuador necesita priorizar la salud mental como un eje fundamental de su respuesta a los desafíos climáticos y estructurales.