PACIENCIA: MILAGRO INAGOTABLE 

Columnistas

La paciencia es como el agua, recurso innegociable que, si se cultiva y protege, puede traer resultados sorprendentes en diversas áreas de la vida. 

Una y otra ¡sí que obran milagros! 

Y las oraciones, complementan las promesas y las gestiones bien encaminadas, de suerte que la ciudadanía -sin más trámite- cambia la mirada e independientemente de “sugerencias y mediciones” relativiza y matiza la opinión.

Sin duda la lluvia es, además, una bendición, tanto que descolgada del cielo y desparramada por sobre plazas, valles y cañadas, hasta las ideas aclara y la justicia brilla sin mayor contratiempo. El horizonte político recupera color y, todo mismo, parece ajustarse al clima y descansar en la necesidad visionaria del diálogo, el respeto y hasta en la conmiseración para con un país y una población que enfrenta el mal tiempo con serenidad y esperanza.

Vale insistir que la paciencia es portentosa porque transforma, fortalece y abre caminos que de otra manera parecerían imposibles de recorrer, permite enfrentar los retos con serenidad, de modo que, practicarla, lleva a soluciones más creativas y efectivas y no solo mejora nuestra vida personal sino también la de quienes nos rodean. 

En realidad son un amparo que nunca se agota si aprendemos a cultivarlo. 

Y tal es la magnitud e impacto de la fórmula química sobre el territorio que, de un momento a otro, se llena de verdor, de vida y de expectativas. Algunos acuerdos van tomando forma, las visitas aliento y las incursiones, sustento y resultados positivos, de modo que la infamia, la diatriba, la amenaza, la corrupción, los desplantes y la violencia, se acomodan irremediablemente al nuevo momento y la supervivencia continúa su curso.

Bien podríamos afirmar que, en lugar de resistirse al cambio o al tiempo que toma superar las dificultades, quien practica la paciencia logra convertir esos momentos en lecciones valiosas. 

Exceptuando momentos direccionados, deslucidos e irracionales como el show de “Mugre Sur en el Quito Fest” y las potenciales responsabilidades de sus autores, cómplices y encubridores enarbolando el caos, todo haría suponer que -en general- los ecuatorianos empezamos a comprender y aceptar diferencias, e incluso a liberarnos del estrés y la ansiedad que genera querer resultados inmediatos y alcanzar esa paz interior que tanta falta nos hace.

Aceptar el flujo natural de la vida, contribuye a una mayor estabilidad emocional, a construir vínculos basados en el respeto mutuo, a confiar en que, aunque no podamos controlarlo todo, podemos adaptarnos y prosperar.

Menester será obrar con equilibrio y preservar el orden social para superarnos y concretar nuestro futuro.

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