La Ciencia del Amor

Columnistas, Opinión

¿Alguna vez te has preguntado qué es realmente el amor? Es una pregunta que ha intrigado a la humanidad a lo largo de la historia. ¿Es solo un conjunto de valores que buscamos en otra persona? ¿Son las emociones y reacciones químicas que experimentamos cuando estamos con alguien? ¿O es algo más, una conexión profunda que trasciende lo físico?

Dependiendo de a quién le preguntes, obtendrás diferentes respuestas. Hoy quiero compartir la visión de la neurociencia sobre el amor. La científica Helen Fisher ha investigado por varios años el amor romántico, utilizando técnicas de neuroimagen para comprender la función del cerebro en el amor.

Sus hallazgos han revelado que no es solo una emoción, sino un proceso biológico complejo que involucra diversas regiones cerebrales y neurotransmisores. A partir de su investigación, identificó tres etapas del amor:

  1. Deseo: Impulsada por la testosterona y los estrógenos, hormonas que despiertan el interés y la atracción física inicial entre dos personas.
  2. Atracción: Entran en juego la dopamina y la norepinefrina, neurotransmisores que generan sensaciones de energía, emoción intensa e incluso cierto nivel de obsesión.
  3. Apego: Con el tiempo, la relación evoluciona hacia una conexión más profunda. La oxitocina y la vasopresina fortalecen el vínculo afectivo.

Estudios con resonancia magnética funcional (fMRI) han demostrado que cuando estamos enamorados, la actividad en la corteza prefrontal, responsable de la toma de decisiones racionales, disminuye. En otras palabras, el amor literalmente «nubla» nuestro juicio. Además, se activan regiones cerebrales similares a los de las adicciones, lo que explica por qué el amor puede generar dependencia emocional y euforia.

Si bien es cierto que la ciencia nos brinda respuestas muy interesantes sobre el amor, sigue siendo una experiencia profunda, transformadora y, en muchos sentidos, misteriosa, que va mucho más allá de la neuroquímica. (O)

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