El Decálogo del Abogado

Columnistas, Opinión

Este 20 de febrero, fecha en que conmemoramos el día del abogado ecuatoriano es importante recordar el decálogo del abogado. 

El Decálogo del Abogado es un conjunto de principios éticos y profesionales que orientan el comportamiento de los profesionales del derecho. Sin embargo, pese a su relevancia y aceptación generalizada, su aplicabilidad en la práctica diaria de los abogados enfrenta ciertos retos.

A lo largo de los años, este decálogo ha sido considerado un faro que guía a los abogados en su ejercicio, pero la realidad muestra una desconexión entre sus nobles postulados y las exigencias del entorno profesional contemporáneo.

Consta de diez mandamientos que promueven la honestidad, el respeto por la ley, la defensa del cliente y la búsqueda de la verdad. 

Además, hace hincapié en la importancia de la competencia profesional y la lealtad hacia la justicia, principios que resultan inquebrantables para cualquier abogado que aspire a ejercer con integridad.

Este decálogo tiene un alto valor simbólico, pues refuerza la imagen del abogado como un servidor de la sociedad que debe anteponer los intereses de la justicia sobre los intereses particulares. Sin duda, su existencia pone en evidencia la responsabilidad ética que acarrea esta profesión, en especial en un contexto en el que la confianza en las instituciones judiciales está siendo puesta a prueba.

No obstante, aunque el Decálogo del Abogado representa un conjunto de ideales nobles, su aplicabilidad en la práctica cotidiana se ve cuestionada.

Un claro ejemplo de esta desconexión es el mandato de «defender siempre los intereses de su cliente», que se enfrenta a la contradicción de cuando esos intereses pueden entrar en conflicto con principios más amplios de justicia. ¿Hasta qué punto un abogado debería actuar sin escrúpulos para ganar un caso, aún cuando sus métodos o la defensa puedan ir en contra de lo que considera éticamente correcto? La delgada línea entre la defensa vigorosa y la manipulación de la ley está en constante discusión.

Además, la búsqueda de la verdad, otro principio fundamental, a menudo choca con las realidades del sistema judicial, donde no siempre prevalece la justicia, y donde los abogados se ven forzados a ser más estratégicos. 

La constante actualización de las leyes y las regulaciones de la abogacía también exige que los abogados se mantengan al día, no solo con la ley, sino también con los avances éticos, para que no caigan en prácticas que comprometan los principios que juraron defender. Una falencia que hemos visto que varios profesionales del derecho han tenido en nuestro país. 

Finalmente, el Decálogo del Abogado sigue siendo una guía importante, pero también debe ser considerado como un compromiso ético que requiere ser constantemente evaluado en función de las realidades de la práctica profesional. 

Los abogados debemos esforzarnos por mantener altos estándares éticos. (O)

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