Intuyo que estoy aquí
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Intuyo que estoy aquí, miles de años Igual que tú. Que has recogido, ahí en tus ojos,La música perpetua de esta tierra. Si miras de nuevo nuestras manos.
Todas son parte de tu arena. Venimos constantes a entregarte Las caricias intactas de los mirlos, Porque tú estás más lista para el vuelo. Ejercitando tus alas solidarias En este nido hecho de aromas y campanas.
Intuyo que tienes todavía. La música del río que te baña Y que se expande quebrándose en murmullos Fabricándose en ti cualquier camino Por el secreto laberinto del deshielo. Que baja desde mi nieve hasta tu pecho. Y si eres cuerpo y eres alma
Herencia nuestra Como son todas las heredades de las sombras. Recuerda que estás hecha de memoria Desde que la tierra en tus columpios Jugando en sus terribles movimientos,
Nos dejó dolorida nuestra historia. Ahora tú, renaciente crisálida que giras. Embarcada en la rosa de los vientos. Vuelves con las trompetas de los nardos
A predicarnos constantes desafíos. Ven, sigue la senda de la uvilla. Por donde el sol camina. Dejando amarillas sus pisadas.
Ven y sigue la senda de tus frutas. Y recoge los labios de la angustia. Como si fuesen tunas. Como si fusen mínimas frutillas
Que luego el viento lleva a sus colmenas. Ven, sigue la senda del durazno. Del albaricoque arabesco con sus felpas. Y encontrarás viajando por tu vientre
Las resacas del mar Mediterráneo. Intuyo que tienes en tu piel. Cascadas hechas risa de esta tierra. Escritas con huracán en mis poemas. Intuyo que me bailas con tus velos,
Con tus chalinas rojas. Con las rosas bordadas en tus sedas. Con los flecos del pañolón de las cosechas. Una canción que duele y que me alegra.
Hay meses en que vuelves. Labrada en punto en cruz, en surco y loma. Juntando tus frutos en racimos. De pronto tienes en tu pelo. El silencio del viento que te cae
Como un violín dormido sobre el hombro. Intuyo que naciste con nosotros. Con los soles despiertos en tus ojos. Con las mazorcas intactas de la risa. Dentro del cántaro sagrado donde el viento
Fecunda la soledad en sus veranos. Y como todos nosotros
También tú naciste bajo el árbol. Con la cobija leve
En el ala del ave que te envuelve. Ahora me vienes añorando. Como una viajera antigua. Fabricando con el pasado y el presente. Un puente de nostalgias a mi mente.
Arrullada de góndolas distantes. Me traes tus mariposas insinuantes, ¿Por qué quieres grabarme tus tatuajes? Me quedan dolidas ya mis alas. De mi memoria frágil. Y tan solo con el peso de la sombra
Puede volverse polvo. Y si esto sucede te propongo. Que bebas al descuido y en mi nombre. Los vinos solitarios del olvido. En las frágiles copas que ahora miras. En los cristales que saltan de mis ojos.
Intuyo que el colibrí. Es quien, de improviso, te ha dejado.Ahí en tus labios. El camino con sus puntos suspensivos. Para que el néctar busque
La indefinida ruta de tus viajes. Y siendo así, con mi intuición secreta. Tú me comprenderás en otras lenguas,
En otros idiomas. Con las conjugaciones de otros verbos. Que fuimos el uno para el otro
Como lo fue la leña para el fuego. El sol para la Claudia. El membrillo para el sabor de la jalea. La luna para tus ojos,
La rosa para tus pétalos descalzos. O el girasol para la proa de tus barcos.
Intuyo que tú te vas y que yo vuelvo. Intuyo que en tu sueño estamos todos. Los que viajamos a la luz de la palabra. O con farol prestado a la luciérnaga. Te traje esta caricia hecha de magia. De un golpe que se dio un hueso. Con mi piedra. (O)