Un día en el gobierno Correísta

Columnistas, Opinión

Imagínese despertar en un país donde la propaganda gubernamental inunda todos los medios de comunicación. No hay prensa libre, solo canales estatales que repiten discursos sobre un supuesto bienestar mientras la realidad en las calles es otra. Las redes sociales están vigiladas y criticar al régimen podría costarle su empleo, su libertad o, en el peor de los casos, su vida.

En esta dictadura, la seguridad es un privilegio solo para los que están alineados con el poder. Los delincuentes que antes aterrorizaron al país ahora son aliados del gobierno, operan con total impunidad y controlan barrios enteros. La policía y las fuerzas armadas están subordinadas a un aparato de represión que protege a la élite política y castiga a quienes piensan diferente.

Si es un empresario o emprendedor, prepárese para que su negocio sea asfixiado por impuestos desmedidos y regulaciones absurdas. El gobierno controla la economía, decide quién prospera y quién no. Si no paga su “cuota” al sistema, podría perderlo todo. Mientras tanto, la corrupción sigue devorando los fondos públicos, y nadie puede investigarlo porque la justicia está cooptada.

En las universidades, la educación está diseñada para adoctrinar. No se permite el pensamiento crítico, solo la obediencia al régimen. Los jóvenes que cuestionan desaparecen de las listas de becas y oportunidades. Se impone un discurso único donde el líder es incuestionable y la historia se reescribe para glorificar su legado. Desde la etapa escolar, se construye la retórica que las personas manejarán por el resto de sus vidas.

Al final del día, vuelve a casa con miedo. Sabe que no puede hablar con libertad, que su teléfono podría estar intervenido y que cualquier publicación en redes sociales podría ser motivo de persecución. La promesa de un futuro mejor se diluye en el aire opresivo de una nación silenciada.

Este no es un escenario de ciencia ficción. Es un reflejo de lo que Ecuador vivió entre el 2007 y el 2017, y lo que podría regresar si la memoria es frágil y el miedo a la verdad sigue imponiéndose. (O)

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