El diablo sí existe

Así no crea en él, pensar que el diablo existe resulta tentador; y es que como todo lo impuro tienta, el diablo no tendría por qué ser la excepción, ¿verdad? Pero no solo eso, sino que su real existencia estaría además sustentada en la lógica racional de la dualidad (arriba – abajo; adentro – afuera; blanco – negro; bueno – malo; etc.) de forma que, como todo tiene su opuesto, el mismísimo Dios debería también tener el suyo.
Estaremos de acuerdo, sin embargo, en que tanto Dios como el diablo no son seres antropomórficos, sino que adoptan mil formas distintas de acuerdo a cómo los percibamos: el beso de una madre, una flor o el perdón podrían ser Dios; la ira, la vanidad o la muerte, el diablo. No obstante, hay una forma, la más evidente y a la vez la menos obvia que asume el diablo y que es, además, la madre de todas las formas del “no amor”: el ego.
No en vano, la película El abogado del diablo protagonizada por Al Pacino termina con una frase icónica pronunciada por el diablo mientras este mira directamente a la cámara y sonríe con malicia: “La vanidad, definitivamente es mi pecado favorito”, entendida ella como una de las tantas formas del ego.
Revisémoslo mejor con la siguiente historia: Un “científico loco” descubrió el arte de clonarse él mismo tan perfectamente que resultaba imposible distinguir el original de las copias.
Cierto día, se enteró que andaba buscándole el Ángel de la Muerte e hizo doce clones de sí. El ángel no supo cuál de los trece ejemplares que tenía en frente era el científico, de modo que los dejó a todos en paz y regresó al cielo, pero no por mucho tiempo, porque, como era un experto en la naturaleza humana, se le ocurrió una ingeniosa estrategia.
Bajó de nuevo y dijo: —Debe de ser usted un genio, señor, para haber logrado tan perfectas reproducciones de sí mismo; sin embargo, he descubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo defecto.
El científico pegó un salto y gritó: —¡¡Imposible!! ¿Dónde está el defecto? —Justamente aquí, respondió la muerte mientras tomaba al científico de entre sus reproducciones y se lo llevaba consigo.
Todo lo que hace falta para descubrir al ego es una palabra de adulación o de crítica.
El diablo existe como un estado mental antes que como una forma definida y concreta; existe, si la tentación de creer en él aún anida en su mente; existe, si la dualidad es todavía el mundo en el que usted se desenvuelve. Si no es así, lo único que existe es Verdad, luz y amor.
Y si se lo está preguntando… pues sí, sí hay cómo vivir superando tentaciones y dualidades a través de un entrenamiento mental que nos lo propone Jesús en el libro Un curso de milagros. Le invito a que lo intente. (O)