Sincronizaciones y otras afecciones

Superado el periodo de deslegitimaciones -sobre todo- de propuestas, señalamientos y encuestas; serenada el alma, acudiremos al recinto electoral el próximo 13 de abril, para expresar lo que finalmente queremos de la vida para nosotros mismos, para nuestros hijos y para nuestros nietos.
El destino nos coloca -como nunca lo hizo- ante una disyuntiva definitiva entre la supervivencia o la extinción. ¡Así de fácil!
El resultado final de nuestras decisiones nos dirá: si fuimos suficientemente coherentes en la escogencia o si, por contrario, equivocamos el paso y nos aventuramos -ahora si- hacia el salto al vacío e ingresamos en ese letargo agónico de la caída sin advertir aún -a plenitud- el fondo.
Como podríamos apreciar, estamos en un nuevo limbo: de superstición o de sincronización. Porque en la vida y en las relaciones humanas existe ese momento en el que todo parece destruirse o fluir de manera natural con otra persona o con una situación.
Es ese espacio en el que, dos o más personas coinciden en pensamientos, emociones, tiempos y energías sin forzar nada. Simplemente, impulsando un esfuerzo para ser parte del motor para avanzar o cerrando los ojos y el corazón, para dejarse llevar por la inercia hasta convertirse en abandono y desesperanza.
A veces, conoces a alguien y de inmediato hay una conexión inexplicable; otras veces, las relaciones tardan en sincronizarse hasta que ambos están en la misma página.
Aunque también hay momentos en los que, por más que lo intentes, las coincidencias simplemente no ocurren y, eso, es una señal de que tal vez no es el momento adecuado.
En la vida, positivamente hablando, la sincronización se manifiesta cuando todo parece alinearse para que algo suceda: una oportunidad de trabajo aparece justo cuando la necesitas, una persona entra en tu vida en el momento exacto, o una serie de eventos se conectan de forma casi mágica.
Pero también ocurren expresiones negativas de esa coincidencia o regularización interpersonal que termina acercándose más bien a una suerte de “confabulación inexplicable por el desatino”.
Cuando eso acontece, como dirían quienes han debido emigrar y ser parte de la diáspora política que fácilmente identificamos en la región, “lo más probable es que reflexiones en el error cometido cuando ya es muy tarde”.
No esperemos entonces estar en la misma página. Seamos coherentes y escribamos el libro completo. (O)