Una mirada oportuna

Columnistas, Opinión

Habrían de superarse un número considerable de días con sus respectivas noches para que, finalmente, se aquiete la lluvia, brille el sol, abrigue los huesos y genere espacio a la memoria para descansar y refrendar historias, haciendo propicio el rescate de principios inamovibles en el comportamiento humano que invitan a reiterar en postulados, frases y sentencias como: “Quien mantiene la dignidad en la derrota y la humildad en el triunfo, ha entendido el verdadero juego de la vida”. 

Porque al final, ni ganar ni perder son destinos definitivos, sino -apenas- estaciones temporales y acampados de descompresión, mientras lo que realmente permanece es lo que hicimos con cada momento… y quiénes fuimos mientras así lo vivíamos.

Triunfo y derrota no son simples resultados; son espejos que reflejan el carácter más allá de las apariencias. De suyo, el verdadero rostro de una persona no siempre se revelará en la calma, lo hará en los extremos: cuando el éxito la visite o cuando la pérdida le golpee.

En lo dicho, sin que sea necesario profundizar y geolocalizar actores y bambalinas, oportuno será insistir en ideas que surgen como necesarias, para levantar la expectativa y enfocar la mira en el futuro cercano que empezamos a escribir, junto al mandatario que la mayoría de los ecuatorianos eligió.

Tratar de hilvanar lo que entendemos por el “óptimo” de un gobierno en el imaginario social y su relación con una visión idealizada de lo que un Estado debería ser para satisfacer plenamente las necesidades y aspiraciones ciudadanas, es más que un propósito urgente. 

Aunque este imaginario funcione a veces como una brújula crítica desde la cual las personas evalúan al gobierno real; el escenario mítico, que varía según el contexto cultural, histórico y político de la sociedad, bien podría aportar pautas para borronear aquello que suponemos acercará al presidente a ese resultado social anhelado en el ideal colectivo, a partir de reasumir el liderazgo transformador, ético y estratégico que aguardamos.

¿Qué espera el Ecuador? Pues un gobierno justo, que trate a todos los ciudadanos por igual, que combata la corrupción y garantice una distribución equitativa de la riqueza. Que funcione con eficacia, no desperdicie recursos y sea transparente en sus decisiones y procesos. Que provea servicios públicos de calidad (salud, educación, seguridad, vivienda), proteja a los más vulnerables y promueva el desarrollo humano integral. Que escuche a la población, fomente la participación democrática, respete las libertades civiles; garantice el orden y la estabilidad, sin caer en el autoritarismo.

Finalmente, que promueva el crecimiento sostenido, amplifique las oportunidades de empleo y vele celosamente por la economía nacional. De esta forma será percibido como aquel que piensa a largo plazo, cuida el medio ambiente y trabaja por las generaciones futuras.

¡El cambio va en serio y todos debemos empujar al Ecuador Adelante con Daniel Noboa! (O)

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