56 años de creación de la UTA

“Nosotros los de entonces ya no somos los mismos”. Somos ahora los que caminamos bajo otras rocas fundidas de historias, porque la vida se hace tal cuando otras pisadas se han vuelto piedras fundacionales por el peso y el paso de la sangre, en estos ríos de viento que se va llevando la vida.
Desde antes de los 56 que ahora cumplimos entre alumnos y maestros; empleados y trabajadores; desde cuando los escarabajos escribían en los cuadernos de barro, y el agua quería ser luz que subía desde los surcos hacia la preocupación de los abuelos por dar la educación; desde aquellos entonces en que las ilusiones se volvieron porfías de la gente para tener cerca una jaula de pájaros libres, estamos ahora caminando debajito del peso de la memoria de quienes legaron sus empeños para que Tungurahua dijera que tiene el orgullo de ser solar universitario.
Por ahora no vamos a “tomar lista” ni a poner faltas ni atrasos, ni a mulatar a los que se han quedado distraídos ocupados en enamorarse de la muerte. Ya vendrán a juntarse a las “manifestaciones por la vida”, a exigir a los gobiernos un poco más de aire para poder respirar en estos cielos nuevos que tiene la esperanza. Por ahora hemos venido porque están abiertas nuevas puertas, y el aire renovado puede entrar y salir por los ventanales que necesitan los pechos más nobles, los más diáfanos, los más limpios, los más soñadores. Universidad es sinónimo de renovación.
Digamos que la niñez obedece a los impulsos de la naturaleza, y cuando el niño siente que va dominando el mundo, entra en la edad del desafío y no le importa pararse de cabeza cuando ha sido tocado por la obsesión, que no es sino esa pasión que siente convertida en el único amor enloquecido, ese que es capaz de voltear el sistema planetario con el propósito de bajar la luna del firmamento, a riesgo de desequilibrar las órbitas de la razón. Y es que el hombre no solo que se enamora de alguien, sino de algo tan alto como lo es la libertad, la justicia, la dignidad, y todo lo que le puede dar la educación, para lo cual necesita transitar ese camino que se llama capacitación, preparación, lecturas, ejercicio; el cual le dará la gloria de una profesionalización. Todo esto lo tiene claro el joven, cuando ha tomado conciencia de los problemas del mundo que le rodea.
Tomemos ahora algún retazo de una clase que debe ser repetida, cuando no todos los alumnos la han oído y comprendido, y creen que un título es un cartón para ganar dinero. Somos maestros ejercitados en el refuerzo académico, a la manera de Job. Por ahora vamos a hablar de jóvenes de todos los tiempos a los que no les llega ni la vejez ni la muerte, de los que hablan y siguen dando ejemplo de libertad. Hablemos de la edad de los sueños. Porque quien no sueña ya está muerto… (fragmento). (O)