A pagar la farra revolucionaria / Gabriel Morales Villagómez
Rafael Correa y su gavilla de revolucionarios, durante la década anterior instauraron un estado paternalista y controlador, basado en el excesivo gasto público, al estilo Keynesiano. Creyeron que el consumo y los gastos de gobierno, per se debían tener un efecto multiplicador de los ingresos y convertir al Ecuador en un modelo económico a seguir.
A nombre de una supuesta inversión social se despilfarró la bonanza petrolera que vivió el Ecuador desde el 2005, por los altos precios del petróleo. Se gastaron todos los dineros públicos habidos y por haber: dilapidaron los fondos de ahorro que se nutrían de los excedentes petroleros; empeñaron el oro de reserva, engordaron el aparato estatal acomodando a sus serviciales adherentes; se gastaron los dólares en bienes y obras suntuosas cargadas de sobreprecios y corrupción; dejaron pre vendido el petróleo y una vez que agotaron todos los recursos económicos públicos, se tomaron los dineros de la banca, del IESS, los fondos previsionales privados y optaron por los prestamos chinos, dejando al país con la mayor deuda externa de la historia.
La bonanza petrolera debió servir para cambiar la matriz productiva, crear nuevas empresas, generar riqueza, forjar empleo, atraer la inversión extranjera, pero no, se dedicaron al despilfarro y el gasto descontrolado. En lugar de incentivar la producción con la ayuda del sector privado, lo minimizaron y lo persiguieron, prevalidos de intereses ideológicos y geopolíticos.
Se creyeron los predestinados para regentar el poder a nombre de los excluidos y lo hicieron de forma autoritaria. Creyeron que se iban a quedar más de cuarenta años en el gobierno y que podían hacer lo que les venía en gana. No vislumbraron la necesidad de ahorrar en tiempos de bonanza, guardar, prevenir, crear fondos de contingencia para atenuar los tiempos de crisis. Jamás avizoraron que podían suceder hechos impredecibles como los fenómenos naturales o la caída del precio del petróleo y que el país podía caer en una crisis económica de impredecibles consecuencias.
Manejaron el erario nacional como si fueran recursos de su peculio y contrataron las obras a dedo, sin estudios técnicos de factibilidad, para luego a través de contratos complementarios triplicar los costos.
Sintiéndose jeques árabes se compraron aviones presidenciales para movilizarse por todo el mundo, incluidos los paraísos fiscales; se reconstruyó un ferrocarril que ahora no justifica la inversión realizada. Construyeron plataformas gubernamentales que se inundan y se caen en pedazos. Se gastó en aeropuertos que no operan. Se despilfarró el dinero en refinerías que no refinan.
Se pagó por hidroeléctricas que no sirven y que corren el riesgo de colapsar. Pero sobre todo se robaron lo recursos públicos en una trama de corrupción cínica y perversa.
Como consecuencia del despilfarro, el presidente Lenin Moreno anuncia entre otras medidas económicas que incrementará el precio de la gasolina súper para poder paliar en algo la crisis, es decir, las consecuencias de la farra revolucionaria la debemos asumir y pagar todos los ecuatorianos, mientras los responsables de la crisis se encuentran ya fuera del país, a buen recaudo, gozando de los dineros mal habidos. (O)