Acusadores bajo sospecha
El periodista Boscán sacó a la luz pública lo que él sostiene que son mensajes o chats del teléfono del fallecido candidato presidencial Fernando Villavicencio. Por lo que se conoció ayer, durante casi tres horas de difusión en pantalla, parecería que los mensajes gozan de la presunción de veracidad, más allá que el teléfono haya sido entregado al FBI.
Con la lectura de los mensajes se derrumbaron los mitos de los denunciantes objetivos y bien intencionados. La conclusión a la que se llega es que detrás de las denuncias amplificadas, mediáticas y colmadas de nombres, cifras y datos, se ocultan inconfesables intereses, por lo general, económicos, tanto de los denunciantes y acusadores como de sus patrocinadores. Estos utilizan a denunciantes venales para ajustar cuentas con quienes compiten por el pastel de los contratos públicos. En los mensajes aparece, como blanco de ataque, un tal Cadena, calificado como el zar del petróleo, en la lucha por negocios hidrocarburíferos.
Si las denuncias de esa índole sirvieran para hacer ruido, no habría problema. Sin embargo, dado que se utilizan para justificar el inicio de procesos administrativos, de fiscalización parlamentaria, de investigación penal y, en último término, de juicios, se convierten en armas letales. La persona objeto de la denuncia corre el peligro de terminar en la cárcel, con el patrimonio licuado y desprestigiada, a menos que ceda a la perversidad de los denunciantes y sus patrocinadores.
La persecución de los últimos años ha utilizado esa vía de las denuncias perversas, como se observa en esos chats divulgados en La Posta. Muchos de los que se regocijaban con semejante teatro de acusaciones y las amplificaban con resentimiento, tienen la oportunidad de advertir lo ingenuos y sectarios que fueron con ese proceder. En los mensajes se observa que los mismos a quienes querían lastimar, estaban detrás de muchas denuncias.
La información divulgada por Boscán abre el mundo de la más execrable corrupción al escrutinio público. Los impolutos denunciantes aparecen embarrados de dólares de sus patrocinadores, a quienes, a pesar de su discurso por la transparencia y el bien del país, solamente les importan los negocios.