Acusome padre… / P. Hugo Cisneros C
Es frecuente, en mi práctica pastoral de administración del sacramento de la Confesión, escuchar de los que se acercan en busca de un encuentro misericordioso con Jesús: «Acúsome Padre. que tuve iras mortales..». Es mucho más frecuente, en la consulta pastoral ver llegar a personas cargadas de iras, de rabia y es duro escuchar: «ya no puedo más»… me han llenado de iras».
¿Qué son las iras? Sin caer en una definición académica creo que LA IRA es un estado negativo del espíritu del hombre. Es un «destiemple espiritual» y que se expresa en diversas manifestaciones somáticas y conductuales externas que preocupan y casi siempre dañan a los demás.
Cuando mi interior se encuentra desordenado se convierte en fuente «natural de iras». No consigo lo que pretendo y fruto de dicho desorden, me «descompongo espiritualmente». Cuando «pierdo el horizonte y las metas que persigo» cada cosa me parece que está fuera de puesto, son inoportunas, son «de gana», entonces siento que me «reviento». Cuando, los otros «no hacen caso a lo que digo, a 1o que hago, a lo que insinúo», me molesto, no insisto, me callo y hasta lloro de rabia.
Cuando veo que mis sueños, mis ideales resultan difíciles de alcanzarlos y siento que los obstáculos son muy grandes y a veces insuperables, entonces, me sacudo, arrojo lo que tengo en manos, grito y hasta me violento con el que está de paso. Cuando no me ha ido bien en la digestión, los «rones que me tomé me han hecho estragos», entonces me levanto grosero, malhumorado, triste, desganado.
Estas son las «iras mortales» de las que me habla la gente: Es un destiemple espiritual e interno de la persona. Tiene como fuente la insatisfacción, la vaciedad de valores, la acumulación de situaciones
ya pasadas, pero que dejan enojo, dejan disgusto, dejan insatisfacción· no superadas y acumuladas. Tienen como fuente, dicho destiemple, las obscuridades que dominan nuestro interior.
El contorno resulta ser un simple estímulo para que se despierte dicho destiemple en el interior de mi persona y que se manifiesta en un sinnúmero de comportamientos y conductas que a la final asustan y dañan.
Para curarse de las iras creo que el camino más adecuado es entrar en el interior de uno y ORDENARLO, ir poniendo a las ideas, a los sentimientos, a los deseos, a los instintos en su lugar dándoles el papel ‘ y, la función natural que tienen en el comportamiento de nuestra persona.
Hay que entrar en nuestro interior y PURIFICARLOy LIMPIARLO de todo lo que daña y condiciona la conducta humana: malos recuerdos, pasados no superados, odios, rencillas, tensiones, enojos, «malos
pensamientosy deseos».
Hay que ENRIQUECER el interior nuestro de verdaderos y perennes
Valores. Cuando uno tiene motivos buenos para luchar y dar razón de su vida, difícilmente se «morirá de iras».
Finalmente, el que no quiera tener «iras mortales» tiene que esforzarseen mantener su interior LLENO DE PAZ y DE SERENIDAD ESPIRITUAL que nos ayuda ynos permite saber manejar cualquier circunstancia que se nos presente, por más adversa que sea. Cristo nos recordó el
secreto para «no tener iras mortales». «No se turbe vuestro corazón… no se acobarde, pues cada día tiene su afán. Es por eso que para no tener «iras mortales» hay que APRENDER A VIVIR EL DIA y cada día tiene que ser el primero del resto de la vida. (O)