Al anochecer, contemplé el cielo / P. Hugo Cisneros

Columnistas, Opinión

 

Vivimos, durante el día, muchas oscuridades, a todo nivel. Hoy quiero J invitarle, amigo lector, a qye al filo de la noche-de este día, contemple un rato el cielo y descubra que de la oscuridad de la noche saldrán muchas luces para su vida.

Antes de acostarse salga a su ventana y contemple un rato el cielo, mejor si es una noche estrellada. No se deje impulsar por el alarde «científico» de descubrir constelaciones, alguna osa mayor o menor. Algún cometa perdido o cosa similar.

Al cielo hay que contemplarlo así sencillamente con el deseo sincero de admirarlo y de descubrir lo que el cielo nocturno encierra de riqueza. Si Ud. mira el cielo se admirará de su inmensidad. Es tan grande que en él caben todas las cosas, todo el universo. Es una inmensidad que no encierra pequeñeces: todo lo que cabe en el cielo es grande e inmenso si se fija con detenimiento sentirá que existe un orden admi¬rable, cada estrella, cada luminaria celestial está en su sitio, cumple una misión, no intenta cambiar el orden establecido.

Lo más hermoso del cielo es que cada estrella brilla por sí sola, no importa si la luz la recibe del sol, pero se identifica con la luz que parece ser propia, como sucede con la luna.
Lo más curioso es que el cielo de la noche respeta nuestra libertad y deja que nuestra imaginación vaya descubriendo figuras y formas que son inofensivas, pero que dejan en nuestro espíritu una sensación de gusto, de satisfacción.

Con el cielo, todas las noches podemos ser creativos, podemos sentirnos libremente imaginativos. El cielo de las noches es un cielo simple, rico y hermoso, es universal. El cielo de la noche nos obliga a sentirnos únidos y hermanos porque es el mismo el que nos cobija, es el mismo el que nos ilumina o nos cubre con sus mantos oscuros y densos.

Que bello es ir a descansar, las noches, con los ojos llenos de bondad y de belleza. Lo que entra por los ojos enriquece nuestro espíritu pues los ojos siguen siendo las ventanas del alma.
Cuando miramos el cielo, antes de acostarnos, sentimos nostalgia de infinito, sentimos vocación de grandeza, porque el cielo es invitación para ello, porque el cielo no tiene límites y fronteras, el cielo es de todos: del pobre, del rico, del blanco, del negro, por eso nunca el cielo es tecni-color porque ya hubieran personas que quisieran descubrir el color de sus banderas. El cielo es blanco y negro, oscuridad y luz, es mío; es suyo, es de todos.

Al contemplar el cielo, deje que su imaginación recorra ese «otro cielo» que es el interior de su persona y descubra en él, «esos otros astros» que son sus sentimientos, sus deseos, sus ilusiones, sus sombras, sus oscuridades, su inmensidad, su misterio y piense en Ud. puede ser para los suyos el cielo que necesitan contemplar.

No olvide que hay que ir a descansar con los ojos cargados de belleza y de bondad. (O)

 

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