Algunas explicaciones sobre la estupidez

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Siempre pensamos que el otro es el estúpido. Solo admitimos que apenas nos equivocamos pero nos resulta difícil admitir que puede estar en nosotros mismos “el defecto de la inteligencia y del juicio”, como decía Thomae Willis (en Los Rostros de la Locura, Foucault, p. 391). Este mismo estudioso cree que “no tiene síntomas”, como se admitía hace un par de siglos atrás en Europa. ¿Estamos preparados para admitir que podemos ser víctimas “de ataques a la  razón en sus más elevadas funciones? Al estudiar con algún detenimiento este texto que comento, entiendo que la estupidez puede ser el producto de ataques a la imaginación y a la memoria. “son ellas las que aportan al espíritu las ideas, o al menos los elementos que permiten formarlas, y cuando llegar a perturbarse en su funcionamiento…es como si sus ojos estuvieran velados”.

Pensar de prestado sería entonces un síntoma de haber sido atacada nuestra imaginación. Reaccionar ante una avalancha que nos hace pensar acorde a sus intereses, por inercia, sería el defecto más fácil. Pero resulta que las avalanchas nos pueden venir de diferentes vertientes (que pueden ser sociales o políticas). Actuar sin ejercitar el “juicio” nos lleva a la estupidez, puesto que quedaríamos al margen de “haber puesto a funcionar convenientemente  la materia cerebral. Oímos un noticiero y les creemos. Comparamos que los demás noticieros dicen lo mismo, y podemos caer en el sofisma de la manipulación de los medios masivos. ¿Nos hemos preguntado si los “medios masivos” nos han ocultado los datos que han sucedido pero que no lo dicen o no nos dan comentados? Entonces se aclara que un estúpido es una víctima de esos  ataques a la imaginación y a la memoria.

Sin ejercicio de la memoria viene o está la demencia, que es como nadar en el vacío. Quien no ha estudiado suficientemente un tema, sencillamente no ha llenado su imaginación. Aquí entran los que no han leído casi nada o no se han esforzado en leer ciertos libros sacudidores que dejan enfebrecidas a nuestras neuronas. Creemos que quien ha olvidado es un demente, pero el caso es que también quien ha vivido vacío de imaginación y de razonamiento soporta las mismas patologías.

Foucault cita a un autor Aumont quien habla de “las impresiones sensibles; éstas, comunicadas por las fibras, llegan hasta el cerebro, que las transforma en nociones, por los trayectos interiores de los espíritus”. Pero bien sabemos que cada individuo capta el mundo de acuerdo a su experiencia de vida. La propia “educación” convertida en adoctrinamiento puede llevarnos, y nos ha metido “en el funcionamiento defectuoso de la razón, su imposibilidad de llegar a la realidad de las cosas y a la verdad de las ideas”. ¿Cuándo tendré a mi alcance el “Tratado del Entendimiento Humano” de Dufour para reflexionar por mi cuenta?

Finalizo pensando en distinguir demencia con locura. Una de las formas de demencia es no entender las causas que actúan en el mundo exterior y admitir que quienes me ofenden lo hacen  porque salen con palo de ciegos. “Quienes se ven atacados de demencia son muy negligentes e indiferentes, sobre todo; cantan, ríen y se divierten indistintamente, del mal como del bien; el hambre, el frío y la sed… se hacen sentir en ellos, pero no los afligen en absoluto”. No les importa nada ni nadie.

Se dice también que estos dos conceptos tienen carácter de abstractos, porque no se manifiestan a simple vista en quienes los padecen. Pero el caso es que por las expresiones públicas que ahora nos enredan, podemos ser presas de la sinrazón. (O)

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