Amor al Trabajo /Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión

El trabajo es una de las actividades prioritarias e indispensables para el desarrollo en todos los campos del ser humano y de los pueblos, a través de aquel se cultivan habilidades y destrezas; actitudes y valores humanos como: la superación, perseverancia, fuerza, solidaridad y espíritu de servicio; cualidades que enaltecen al individuo.

El trabajo, es un medio de perfeccionamiento y glorificación, cuando está muy bien realizado y reúne las condiciones para que sea un trabajo digno. A propósito, en El Libro del Génesis (2,15), que narra el comienzo de todas las cosas, nos dice que Dios creó al hombre para que trabajase. En esta breve frase está el fundamento de la dignidad de la persona. De manera que no es el trabajo un castigo por el pecado original, como algunos todavía creen, sino que es el medio por el cual el hombre adquiere dignidad y se realiza como ser humano.

Por otra parte, los empresarios así mismo son responsables de dignificar el trabajo de sus colaboradores, propiciando un ambiente saludable, cálido, amigable; y, facilitando las herramientas necesarias para que puedan desarrollar su trabajo con motivación. Sin embargo, en las organizaciones, no todos los trabajadores están contentos con lo que hacen, sencillamente porque sienten que son explotados, maltratados y humillados por sus empleadores; Y no por justificarlos, son personas con escasa educación y espíritus mezquinos.

El Papa Juna Pablo II, en sus sabios mensajes con respecto al tema abordado decía: “que el trabajo es para la persona y no para el producto”, haciéndonos notar que el trabajador no es una “máquina” al que se le puede explotar en tiempo y potencia; olvidándose de la dimensión humana de la empresa. Las nuevas corrientes científico-filosóficas del trabajo nos hacen comprender que “no es la empresa” la que crece y desarrolla a sus colaboradores, “son las personas” las que impulsan el crecimiento y desarrollo de la empresa. No hay otra fórmula.

Trabajar en el taller, en la fábrica, en la oficina, en los ministerios, con firmeza y conciencia resulta prometedor y meritorio. La firmeza y la conciencia ennoblecen las acciones. Quien labora acompañado con estas fuerzas espirituales, alcanzará mejor porvenir. La generosidad y sacrificio, serán nuestras únicas banderas que nos cubran bajo el ideal noble de servicio desinteresado a la humanidad.

La conciencia y la voluntad enérgica en las actividades laborales no serán suficientes, sino están acompañadas de esa excelsa virtud del amor que Jesucristo pregonó durante su paso por la tierra. No olvidemos que el que trabaja, presta sus manos a Dios para que continúe con su maravillosa obra creadora.

En definitiva, quien pone cariño y amor en el trabajo tendrá éxito. Los seres que han actuado con la ciencia en el espíritu y con el corazón en la mano, han tenido más imitadores. Pensemos en que las actitudes del cuerpo tienen que ver con las del alma. (O)

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