Analfabetismo espiritual / Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Cada uno de nosotros se enfrenta con un misterio, nacemos y crecemos en este minúsculo mundo ante el gigante universo, trabajamos, jugamos, nos enamoramos y, al final de nuestras vidas, afrontamos la muerte. Pero en medio de toda esta actividad, vivimos en un mundo acelerado donde declinan las virtudes humanas del pensamiento inculcándonos al máximo el individualismo extremo, a la violencia, manteniéndonos en una cárcel mental intoxicada donde cada persona es su cuerpo, su ropa, su coche, su casa y lo más importante su cuenta bancaria, nos hunden nuestra autoestima, nos dividen aplicando la constante: divide y vencerás.

El estilo de pensar, sentir y querer que nos está absorbiendo es, sin duda alguna, el ideal de esta modernidad. Es una tendencia en donde todo se desarrolla con una acelerada y estrepitosa deshumanización, enalteciendo el “yo”, arrastrando consigo un separatismo e individualismo emocional en una lucha enfermiza por el poder y el tener, saturados de agresivas competencias entre unos y otros, dispuestos a todo tipo de actos corruptivos.

Ante este escenario, hay quienes consideran al sentido de comunidad ya casi como un tabú social, están ya demasiado habituados a encerrarse en lo que esta modernidad les impone permitiendo que tomen forma sus falsos objetivos de perfección, emprendiendo un codiciado camino en sus aspiraciones al fomento de sus excesivas posesiones materiales y tendiendo a la desaparición del sentimiento de humanidad, apagándoseles lentamente el  principio social de apoyar al que tropieza y no contribuir a su caída.

El ser humano es infinitamente maleable, no existe nada que no haya podido hacer y que no haya hecho, entonces, escuchando las voces más profundas de la conciencia humana, no perdamos el sentido de comunidad y el amor al prójimo, que no son principios impuestos externamente sino los resultantes de un raciocinio evidente desde la más íntima reflexión. Se dice que la relación con los demás es el “condumio” del sentimiento de felicidad del ser humano.

Sorteando las vergüenzas actuales del mundo, se deberá tomar una inteligente reflexión acerca de los verdaderos intereses del hombre para con el hombre, si todos somos dotados de razón, podemos analizar críticamente nuestras experiencias y saber qué es lo que verdaderamente nos sirve para el desarrollo en común y así no permitir esa injusta reducción del valor de la vida humana

Urge entonces dar un giro espiritual y sustituir el ideal de dominio por el ideal de la solidaridad, el ideal de la prepotencia por el ideal del servicio superando esta especie de “analfabetismo espiritual” rompiendo esquemas mecanicistas, ese trato frío y materializado de todo que fomenta la individualización, el egoísmo y la envidia.

En este año del tigre de fuerza, energía y valentía que empieza, sacudirá a esta humanidad casi moribunda de cuerpo, mente y espíritu. (O)

Deja una respuesta