Antídoto contra el montalvismo. 1886

Dice el documento digitalizado que esta “descomunal” contestación a los Siete Tratados del ecuatoriano Juan Montalvo se publicó en 1886 en dos tomos en letra más bien menuda (# 8 actual) y a dos columnas, posiblemente en Panamá o en Bogotá, por parte del autor panameño (colombiano en ese entonces) Juan Bautista Pérez y Soto (1854 – 1926). Isaac J. Barrera cita como uno de los libros raros y curiosos. El caso es que una fotocopia vino en mi maleta desde Bogotá en 1977 en 685 páginas tomadas de la publicación original, a la que haré las citas. Luego, debió ser hecha una edición por el Banco de la República de Colombia, y cuya edición dice que en la propia Colombia este libro es “de suma rareza”.
“Los Siete tratados están escritos con tal abundancia de citas históricas, parábolas y ejemplos, que su lectura no es fácil: el lector puede perder el interés en la obra por el derroche de erudición del autor y por sus digresiones” (p. Virtual).
La obra de Montalvo habría despertado tal impacto, sobre todo entre el clero adulador de García Moreno, que no dudó en mandarlo al Index librorum prohibitorum. Esto lo hizo nada menos que el arzobispo de Quito Ignacio Ordóñez, diciendo entre otras cosas ante la opinión pública que “los libros condenados simulan un cesto de flores, cuando a su interior esconden veneno”. Y Ya sabemos y hay que volver a releer la respuesta feroz de Montalvo en su Mercurial Eclesiástica.
¿Cómo desacreditar un contenido?
Primero poniéndolo un título peyorativo a la obra replicante: La Curarina, que según la botánica “La curarina (Cissampelos pareira) es una planta trepadora de la familia de las Menispermáceas, conocida también como hierba de la víbora, alcotán, bejuco de cerca, bejuquillo, huaco, barba de viejo, barbas de gallo, hierba del ojo, oreja de ratón y curalina, entre otros. Destaca su utilización tradicional en la medicina china, ayurvédica y mejicana” (Pág. Virtual). Si entendemos lo que es la “hierba de la víbora”, por eso le añadió el subtítulo de “Antídoto contra el montalvismo” que resulta un reconocimiento subyacente a que las obras de Montalvo tenían seguidores y un público cautivo al que había que advertirlo de abstenerse de leer porque resultarían envenenados de liberalismo.
Juan Pérez tiene el propósito de ir a buscar en Montalvo puntualmente en dónde está el veneno con que ha mordido a la religión y a la política conservadora, que resulta ser un acercamiento a desacreditar la filosofía, la ética y la religiosidad del adversario.
Leamos el preludio de La Curarina:
“Gritar y más gritar es la táctica del vendutero que quiere realizar su mercancía averiada, hueso de algún mercado; del político disoluto que procura el envilecimiento de los puestos públicos y la perturbación del orden para medrar a río revuelto; del novelista infame que con sus groseras invenciones estraga el buen gusto literario y corrompe las costumbres, derramando el oprobio por gracia de la calumnia sobre familias enteras. En general, gritar es la táctica de todo farsante, de todo cínico…
Los gritones saben a qué atenerse. Contando con la gran masa del género humano, que es compuesta de tontos o de hombres de perezosa mente que, o no saben pensar, o gustan de que otros piensen por ellos; con los pícaros en considerable número, parte asimilable; con los egoístas, como el potentado que no quiere distraer ni un peso de sus arcas ni una hora de su tiempo, elemento de su regalo; con los pusilánimes, que aunque sean atendidos, reducen los horizontes de su vida a las paredes de su hogar; en fin, con la complicidad de unos y la tolerancia de todos, ellos se han hecho dueños del mundo…” (Muchos de nosotros tenemos recuerdos de gritones demagogos que gritaban en sus discursos para ser aplaudidos). (O)