Asesino ruso / Luis Fernando Torres
Putin me dio la impresión de ser un asesino, dijo Biden, en declaraciones explosivas a la prensa estadounidense, al comentar la injerencia del Presidente ruso en las recientes elecciones presidenciales. La primera respuesta del zar fue llamar a consulta a su embajador en Washington DC. La segunda fue la de bajar tensiones apelando a las buenas relaciones internacionales entre las dos potencias.
Biden insultó a Putin. Y lo hizo con pleno conocimiento de causa para ubicar al líder ruso en la esquina de los criminales. No presentó pruebas de su aseveración injuriosa. Se limitó a decir que lo consideraba asesino por la impresión que le había dado en varios encuentros.
Es probable que lo haya denostado para deslegitimarlo, con anticipación, frente a cualquier imputación rusa sobre sus relaciones oscuras con China y con inversionistas extranjeros. En la campaña electoral Biden estuvo contra las cuerdas por los negocios prohibidos de su hijo en China.
Las impresiones que causan las personas no constituyen, normalmente, señales concluyentes de la personalidad. Por ello, fue audaz lo que dijo Biden de Putin, aunque, en los hechos, pocos dudan que dirigentes opositores rusos han sido envenenados en Londres por órdenes del Presidente.
Las apariencias suelen esconder realidades distintas de las que se muestran. El legendario Ulises regresó a Itaca con la apariencia de un mendigo envejecido para sorprender a quienes pretendían a su esposa Penélope y querían matar a su hijo Telémaco. En un combate, en el que fue obligado a participar, frente a un mendigo más joven y corpulento, Ulises llamó la atención por su fuerza con la que derrotó al rival. Los pretendientes, en todo caso, no pudieron advertir quien se escondía en esa apariencia de mendigo, que tan desagradable impresión causaba.
Las apariencias engañan. Putin probablemente no sea el asesino identificado por Biden sino un criminal más complejo. ¿Y Biden? ¿Quién realmente es dentro de ese rostro envejecido?
En nuestro país, el Presidente Moreno demostró ser otro muy distinto del Vicepresidente de los chistes y las sonrisas. Hizo lo que nadie imaginó. Le dejó a su antecesor sin la posibilidad de reelegirse. Se alejó de Maduro calificándolo de dictador. En definitiva, se peleó con los más duros de la barra brava, sin miedo ni temor, y no tuvo problema en llamarlos los más corruptos de la historia. El Presidente Moreno, a quien la mayoría le consideraba un hombre flojo y condescendiente con sus camaradas de la revolución ciudadana, demostró ser más duro y firme que cualquiera otro Presidente. Sólo resta esperar como enfrentará el final de su mandato, ante la persecución a la que será sometido por sus enemigos. (O)