Atocha – Ambato colonial / Dr. Fausto Palacios Gavilanes
El almacenamiento de telas en Quito, Gaspar Jimenes de Barrionuevo, alternaba también de comprador gruesista de lana en Ambato, para los obrajes de Licto y Chambo, en los cuales era administrador. Prefirió en breve radicarse entre nosotros, y estableció de su cuenta un obraje en el sitio que hoy ocupa el bien atractivo pueblo de Atocha, con el molino Egüez que ahora lo vemos en movimiento; era por el año 1612.
A Jimenes difunto le sucedió su hija Lisa, quien enajenó por el año 55, en la fuerte cantidad de quince mil pesos al General Francisco Villagomes; consta que también estaba formada una huerta; y el taller con 7 telares corrientes y un batán así mismo corriente y moliente a donde se batana la ropa, cinco pares de tijeras de tundir, dos cajones con dos tableros así mismo para tundir, dos fondos armados en el cuarto del tinte una paila remendad, con más los grullos, pinses, tornos, carbas y otros pertrechos, con la acción de 70 muchachos que han de servir en dicho obraje, con más 6 gañanes para efecto de traer leña y acudir a los reparos de dicho obraje, con cargo de que sirvan en este Ministerio y no en otro.
El comprador General Villagomes comenzó por llamar a la fábrica Nuestra Señora de Atocha, por su devoción a la tan venerada imagen en Madrid, medio siglo después pertenecer a don Nicolás Dávalos, deudo de aquel, y mediante mejora hereditaria que le hacen sus padres señores Fernando Dávalos y María Villagómez; y en otro medio siglo aparece de su dueño la señora Francisca Granda, esposa de Antonio Sáenz de Viteri, entonces convertida en hacienda con cuadras alfaltares y huertos frutales, conservándose obraje y molino.
Para días casi contemporáneos urbaniza su propietario el señor Modesto Flavio Egüez, haciendo del lugar una población, con iglesia y plaza; más tarde construye el seminario, y es una formal parroquia, en lo eclesiástico para 1863, constituida también civilmente un lustro posterior. El ambiente pasado era místico, con el Seminario que en su muralla destacaba doce figuras de los Apóstoles en cuerpo entero de piedra; una iglesia grave y vetusta, el silencio del pueblo; y la añoranza del venerable señor Juan León Mera, con su quinta siempre hermética, mas ahora, con paseantes alegres y en promiscuidad el sitio es de orgía en reciente frase de un literato. (O)