Autonomías / Esteban Torres Cobo
La irrupción de VOX en Andalucía ha puesto en el tapete nuevamente la discusión respecto de las autonomías. En el caso español, de la autonomía de las Comunidades que componen el Estado. VOX critica duramente su evolución y desenlace hasta la actualidad, especialmente en competencias como las de educación, sanidad, cultura e infraestructura que están en manos de las comunidades autónomas y, por ende, de los partidos políticos que las controlan.
¿De qué han servido -se preguntan en VOX- si los partidos manejan a su antojo y con criterios partidistas facultades tan importantes del Estado y, al menos en el caso en el caso de Andalucía, el PSOE durante cuarenta años? La organización política revelación del último año enfila sus cuchillos contra la ideología de género (que allí permitió que existan organizaciones de este estilo bajo cada piedra que se levanta y subvencionadas, además, con dinero público), contra el destrozo de las tradiciones y contra el inmovilismo de la administración. Reclaman, además, que varias competencias regresen al Estado central.
No todos los Estados nacen, sin embargo, de la misma forma. Quizás la conformación de las Comunidades Autónomas en España fue la única opción para que renazca dicho país luego de la dictadura. Lo mismo se puede decir de los Estados Unidos. Cuando las trece colonias decidieron independizarse de la Corona británica y formar su propia unión, no tuvieron más opciones que respetar las autonomías de estados tan dispares como Massachusetts o Carolina del Sur para permanecer unidos.
En Ecuador no hemos tenido esos retos últimamente, a pesar de existir diferencias tan grandes, por ejemplo, entre Tungurahua y Guayas. Los tuvimos en el siglo XIX, pero ya en las Constituciones de 1998 o del 2008 no existió mayor problema. ¿Los tendremos algún día? (O)