¡Ay el amor! / Kléver Silva Zaldumbide
“Y vivieron felices para siempre” rezan los finales de los cuentos… Pero para muchos hogares y parejas el día del amor es sólo un cumplido desabrido, hipócrita y nostálgico. San Valentín, aunque una fiesta con su historia muy particular de la época del Imperio Romano, el consumismo ha hecho de la fecha sólo una de las más rentables.
La realidad cotidiana arroja alarmantes estadísticas en los diferentes países de Latinoamérica con 80 y hasta 90% de maltrato intrafamiliar ya sea físico, verbal, emocional, afectivo, entre otros. Desde 2006 hasta 2016, en Ecuador, según el INEC, hubo un incremento de 83,45% de separaciones conyugales en el país, los hijos/as de estas “parejas” tienen vacío afectivo, baja autoestima, soledad y falta de sentido de la vida, le temen al matrimonio, generándose así los ciclos transgeneracionales de violencia y desamparo. Se dice que una gran mayoría de hijos de padres en conflicto terminarán en conflicto. La migración como un hachazo invisible, cruel y homicida ha cercenado las familias para transformar el día del amor en día de la tristeza y la frustración.
Sobre el amor se ha hablado y debatido demasiado, pero en verdad: ¿Es el amor una sensación, un sentimiento, una actitud? ¿Es posible amar espontáneamente o hay que aprender el arte de amar? ¿Se ha extinguido, definitivamente el amor a Dios, a la familia, al trabajo, al arte, a uno mismo? ¿Sabemos que habría que aprender los verdaderos principios de dignidad conyugal? ¿Nos hemos preguntado alguna vez, si nuestras tendencias, actitudes y comportamientos, tan sólo por principio básico, son justos, o nos dejamos arrastrar de etiquetas típicas de nuestra sociedad machista, encaminadas a desgastar la autoestima y la seguridad de nuestra pareja? ¿Qué culpa tiene la pareja, a la cual elegimos, generalmente sin presión, de nuestras inconformidades machistas y egoístas: eso de tener “otras” así se tenga a la miss universo de esposa y con inteligencia de Albert Einstein? ¿Cuánto tiempo puede durar el amor erótico como enamoramiento vampirezco de necesitarse el uno del otro, exprimirse, extrañarse, devorarse? ¿Qué pasa cuando no quede nada más que “comer”? ¿A dónde irán a parar la ilusión, la fascinación, el encantamiento pasional, carnal? ¿Y qué con el amor filial, o sea ese amor sólido con amistad, empatía, sentido de justicia y afecto, apoyándole y soportándole, es decir el amor a la familia con hijos o sin ellos que construimos? ¿Y el amor ágape, o sea ese amor sacrificado, que da sin esperar nada a cambio, que con voluntad y esfuerzo se convierte en incondicional, respetuoso, compasivo, cuidadoso, desinteresado y con aspiración en el bienestar del otro?
Camus sobre la “imposibilidad” del amor escribió: “El enamorado pretende divinizar a la persona amada, subordinarse totalmente a ella y al mismo tiempo intenta convertirse en dios para el amado y por tanto subordinarla totalmente a sí, una doble pretensión contradictoria que acaba en una fórmula de dominio y codependencia, por tanto, con el fracaso del amor”. Amado Nervo divinizó el amor a su esposa, pero ya muerta (La amada inmóvil). El gran pensador oriental Lao Tse nos dice que: “El amor da cuenta de la calidad del trato”, si no nos esforzamos por “crear” amor, mal podemos sentirlo, mal podemos autodenominarnos “excelentes padres”, no podemos ser buenos padres sino somos buenos esposos. El amor es sólo un sentimiento que puede desaparecer si no ponemos juicio y decisión. (O)
Medicina Integrativa Oriental