Black Lives Matter / Esteban Torres Cobo
La moderna y potente revolución del movimiento Black Lives Matter (BLM) en los Estados Unidos y en el mundo refleja lo cerca que estamos de los círculos de Dante. En estos días, y para colmo del absurdo, se publicó un documento académico (hoy se le llama academia a cualquier paparruchada) sobre la necesidad y la importancia de tomar en cuenta lo postulado por BLM en los futuros planes de Elon Musk de colonizar el espacio y vivir en pequeñas colonias en la Luna y en Marte. El documento se planteaba las consideraciones raciales en algo que todavía no pasa y que resulta absurdo hasta discutirlo.
Pero así se mueve BLM. Y lo hace en todo. Acompañado por el músculo de Hollywood y el poder de la cultura “soft”, si un famoso se llega a oponer al movimiento o cuestiona siquiera algo de su contenido difuso, es automáticamente desterrado y acribillado. Lo mismo las universidades, germen real de todas estas dictaduras millennials donde se cuecen las tesis del globalismo cultural. Varios famosos optaron por subir constatemente fotos con el nombre del movimiento para evitar el acoso y el ataque.
Y ese terror se extendió hasta los negocios. Hace poco, muchos tenderos norteamericanos, especialmente en el Estado de California, admitieron que un cartel de BLM en su local les asegura tranquilidad para trabajar y para estar en onda si algún escándalo inesperado sucede y se convierte en una gran ola destructora.
En estos días se ventila, precisamente, el juicio al policía Chauvin que asesinó al exconvicto George Floyd en un acto claro de brutalidad policial, abuso de autoridad y probablemente hasta racismo interno de alguien que en el pasado había coincidido de mala manera con Floyd. Algo injustificable y verificable puesto que deja de ser especulación cuando se mira el video del asesinato.
Sin embargo, y a pesar de esto, el movimiento BLM fue el primero que incitó a la destrucción y al terrorismo posterior que atacó a los Estados Unidos luego del asesinato. ¿Justificable por algún lado? (O)