Bolsonaro / Hernán Castillo C.
Los brasileños aguardan con diferente expectativa la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de aquí a 40 días; llegará junto al año nuevo aunque no con los mismos deseos y parabienes.
Se desató ya el “síndrome Bolsonaro” procesado por los temores de lo que pueda hacer un extremista confeso en el poder; un periodista carioca decía hace unos meses en las redes sociales “si gana Bolsonaro buscaré en qué país vivir” y mucha gente piensa así en Brasil, país que ya fue atormentado en el pasado por dictaduras militares que se instalaron en el poder arrebatado entre 1964 y 1985, como las de Castelo Branco y Garastazu Medici, particularmente sangrienta la de éste último a las que Bolsonaro les tributa admiración y reconocimiento.
Tratándose Brasil de la primera economía latinoamericana (novena mundial) la incidencia que de hecho tiene y la que pueda ejercer en el futuro inmediato en la región son de representación innegable en lo político. Acaso se avecina un liderazgo regional de tendencia extrema con sus resultados que no puedan avizorarse sino catastróficos. Y del escenario político podría derivar en el geopolítico, garantizando intranquilidad regional para los próximos años, más aun si en México, el otro coloso latinoamericano, va a asumir el poder un gobierno de tinte socialista, aunque el continente se halle plagado de experiencias socialistas ya harto lacerantes y demostradamente adversas al sentido de la historia.
Por allí, salta la nota curiosa en las noticias del día: Dilma Russeff y Cristina de Kirchner alientan la conformación de un frente anti derecha, seguramente parte de los efectos del “síndrome Bolsonaro”; pero si ellas fueron parte, cómplices y encubridoras de las razones medulares que condujeron a Bolsonaro al poder… Bien decía alguien que el descaro no conoce límites. Seguro que el de la década ganada por la corrupción en Ecuador se adhiere desde Bruselas a este “frente”. Batallan los tres, porque los incautos les crean que son “perseguidos políticos de la derecha”, como si la memoria no existiera…
Primero, las señoras Russeff y Kirchner deberían saldar cuentas claras en sus respectivos países, de cara a los numerosos juicios que por corrupción enfrentan.