Borrar con aguacero. 2024

Columnistas, Opinión

Pensaba que en esta tierra todo se borraba con ceniza, esa que entra por los ojos de los vivos y los muertos y vuelve a salir como polvareda de las paranoias y las patologías. Ceniza: la que todo lo envuelve hasta que el alma se desconoce. Hay ceniza porque hay alguien invisible que destruye y quema, y desintegra en pavesas sus verbos demagogos  alimentados por los vientos de la euforia, en la tierra donde están sembradas sus sinrazones.

Resulta que ahora domingo 16 de junio, vísperas de la celebración de la euforia del sol que sale a estar de fiesta, según dicen los entendidos en confusiones de dominios, en una celebración prestada del incario que mandaba mitimaes a expandir festejos; salió a contrarrestar la lluvia vestida de aguacero, a desvestirse recia en las montañas de nuestra cordillera. Y suavecito primero aprovechando la noche, se puso a banderear y a sacudir todas las nubes que tenía amontonadas durmiendo plácidas sobre bosques y quebradas. Y como si estuviese cansada de tanta mansedumbre, la lluvia se puso a perforar los sueños de los árboles, soltando sus agujas  a formar avalanchas y a derrumbar guaridas de fieras y de humanos.

Y en su loca demencia enfurecida, mientras yo iba palpando con mis propios verbos las chorreras de sus interminables páginas, queriendo meter en algún libro de memoria lo que estaba sintiendo, haciendo una lectura de escalofriantes códigos; La inundación se empozó en mi sangre y desbordó los códigos de mi memoria. Iba sintiendo al aguacero en su afán de silenciarnos  a porfía, como si se desquitara de algo se desataba abofeteándonos con ráfagas metida entre torbellinos de tiniebla, bailaba sobre su propio lodo.

Y yo que pensaba que en esta tierra todo se borra con ceniza, esa del volcán que nos sopló más de diez años. Y que por eso es que vivimos sin memoria. Resulta que ahora hay que dejar constancia que esta también es tierra donde todo se puede borrar de un aguacero. Bastó un pedazo de la noche para borrar caminos y aplastar de un empujón de loma, algo así de  lo que llaman pueblo. De un resbalón aplastó una discoteca y nos dejó con otra música metidos en el baile de la muerte, que cuando de la de otro, la convertimos en festejo.

Y la lluvia, de otro manotón sin tronidos ni relámpagos,  dejó arañadas las montañas que han descubierto las piedras de sus huesos. De un pisotón en El Placer se acabó todo porque la muerte se metió en el lodo a dejar para siempre juntadas el alma del monte con el cuerpo ya sin alma de la gente. Todo quedó debajo de la loma para que la memoria se martirice escarbando la soledad, buscando la sangre en el vacío. Así lo pide la ley y la costumbre de encajornar los huesos y las lágrimas.

Aquí todo se puede borrar de un aguacero, más rápido y más fácil. Solo hace falta vivir cerca de un río, hacer una casa al filo de un abismo, ponerse a dormir debajo de una piedra, como era en el principio. Solo hace falta cortar el árbol que sostiene la  ladera, botar basura al río y la quebrada; poner tubería angostamente calculada para ganar terreno y mejorar algún bolsillo para que la obra quede maquillada. Todo se puede borrar de un aguacero porque recoge todo lo podrido. Después de un aguacero es que sabemos que somos fabricantes de basura. Y si el aguacero cae sobre la pobre patria, tarde  nos daremos cuenta que somos los responsables de toda la chatarra. (O)

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