Camarón que se duerme / Mario Fernando Barona
Lo peor que le puede pasar al Ecuador es que regrese Correa a la presidencia, y, digámoslo claro, a pesar de todos los juicios que deba enfrentar, a pesar de códigos rojos internacionales en su contra, y a pesar del desprestigio innegable de su acervo electoral, puede volver a ser presidente, no me pregunte cómo, en política todo es posible, y más si aún hay una fuerte facción correísta en el poder ávida por enfrentar y derrotar a quien ellos llaman ‘traicionero’.
Pero más allá de aquello, es el mismo presidente Lenín Moreno quien está poniendo su cuota -perdón- su ‘volquetada’ política para que eso ocurra. Las malas decisiones gubernamentales han hecho que poco a poco los ánimos de la sociedad se exasperen, hasta terminar en paros y amenazas de paro, protestas y marchas de todo calibre, siempre alentados por correístas que no esperan la hora de ver sembrado el caos.
Si Moreno no quiere que el poder se le vaya de las manos, y consecuentemente que Correa regrese a ser presidente, debe inmediatamente hacer algunos cambios profundos que garanticen su sostenibilidad en el tiempo, y no me refiero a la actual crisis ministerial, que espero sea la ocasión para depurar el gabinete de muchos elementos contaminantes que entorpecieron el nuevo proyecto político, me refiero a aspectos más objetivos y pragmáticos con los que el ciudadano común se siente directa y plenamente identificado, como por ejemplo, forzar leyes mucho más severas contra la delincuencia y que a la vez favorezcan a la víctima, solo este hecho indiscutiblemente le daría robustez a su gestión. Otra decisión que le favorecería mucho es la que tiene que ver con solucionar de una vez por todas la gravísima situación de la transportación pública involucrada en incontables muertes en las vías, imponiendo nuevos modelos que retiren definitivamente el poder que actualmente ostenta la clase del volante.
El poder político se ejerce gracias al voto de confianza que día a día se va construyendo, por lo que, las propuestas antedichas, más otras a las que nos hemos referido en ocasiones anteriores, definitivamente están destinadas a sembrar legitimidad y confianza del pueblo a su mandante.
Es, ni más ni menos, un juego de ajedrez, en el que gana quien se mueve con astucia e inteligencia en el tablero político. Y en este caso, Moreno es quien mueve sus fichas. (O)