Caminar juntos o avanzar solo / Guillermo Tapia Nicola
La dinámica de las redes sociales y la vorágine de los medios, nos llevan de la angustia al que me importismo y de la inmovilidad a la intranquilidad, dejando en el nadir una suerte de ambigüedad irresistible, en cuyo espacio se tejen las más inverosímiles expresiones de simpatía o antipatía.
En la hora en que más necesitamos fortalecer el espíritu, la unidad y el sentimiento altruista por la patria, con pesar asistimos a un nuevo episodio de crisis en la democracia.
A un desfilar de epítetos y señalamientos. A una subasta de trofeos políticos.
Al paralelismo más patético e inverosímil de las circunstancias y las conjeturas, de las invenciones y las elucubraciones, de las investigaciones inacabadas y los informes protegidos -pero difundidos- enarbolados a vista y paciencia de quienes no quieren rasgar sus vestiduras, pero eso sí, exigir mejorías y ojalá de “a vaca”.
Un mundo nuevo tan similar al antiguo o quizás peor y más grave, porque se advierte el provenir negro circundando en su derredor.
Cuando de tanto cavilar, se pretende alcanzar la virtud ascética, ciertamente debemos preocuparnos.
Porque el ascetismo, como doctrina filosófica, busca purificar el espíritu por medio de la negación de los placeres materiales, al conjunto de procedimientos y conductas de la doctrina moral.
La oposición sistemática al cumplimiento de los mandatos, competencias y necesidades de diversa índole que dependerá, en mayor o menor medida, del grado y orientación del que se trate, conducen a un despropósito acariciado desde siempre: generar la intranquilidad y abonar al caos para reinar desde la desvergüenza.
Y la comunidad, en general, no está dispuesta a hacer el juego al desvarío y la tozudez. Se siente cansada. Frustrada también, pero agotada de tanta incertidumbre.
Empeñarse en desestabilizar a un gobierno y destituir a un presidente procurando para el efecto obtener algún indicio, escaramuza o imprudencia en la que afianzar una causal inexistente, que, de pauta a la pretensión, es un hecho cuestionable y cuestionado. Más aún, enmascararse y desenmascararse hasta el punto de victimizarse.
Es pertinente pedir mesura y tranquilidad, e invocar a la sensibilidad de todos los ecuatorianos para dar cabida a que afloren los mejores sentimientos humanos: respeto, confianza y solidaridad.
Una propuesta común de compromiso nacional como el de la seguridad, sin duda puede abonar en aquel propósito. ¿Por qué entonces cerrar las puertas a las buenas intenciones? ¿Por qué seguir el ritmo de las circunstancias sin gesticular?
Quizás es momento de salir a las calles para darnos un abrazo, grande, espontáneo, sincero, que amilane los ánimos destructivistas de los que -pensando en contra- no respetan a los demás y nutrirnos de un solo interés común que nos cobije.
Caminar juntos es mejor que avanzar solo.