Carapaz, Dajomes y el país / Mario Fernando Barona
El sábado 24 de julio y el domingo 1 de agosto el país se despertó con dos noticias extraordinarias. Richard Carapaz en ciclismo de ruta consiguió la primera medalla de oro olímpica para el Ecuador en los juegos de Tokio 2020 y Neisi Dájomes hizo lo propio en halterofilia con la segunda, respectivamente. Fueron sin duda extraordinarias sorpresas que llenaron de indescriptible felicidad a los ecuatorianos. La excitación al borde de la histeria de todo un país fue evidente en los dos casos con las decenas de miles de mensajes de felicitación y agradecimiento a los deportistas que encendieron las redes sociales y no pararon. El Ecuador entero lloró de alegría, gratitud y orgullo en cada triunfo, y no era para menos. El país, una vez más, se postró a los pies de estos dos grandes del deporte universal.
Pero en el caso de Richard, y sin el ánimo de hilar muy fino, el júbilo de muchos ecuatorianos se transformó en momentáneo desencanto, porque las primeras declaraciones del medallista habrían tenido un tono de exclusión: “He sido un deportista que ha salido casi sin el apoyo del país. El país nunca creyó en mí y la verdad es que esto lo disfruto porque me pertenece a mí y a todos quienes me apoyaron en su momento. (…) Seguramente todo el mundo querrá festejar esta medalla, pero festejará realmente quienes han apoyado. (…) Al final nunca creyeron en mí, solo ciertas personas que me dieron en su momento.”
Evidentemente este reclamo iba dirigido a los gobiernos de turno y dirigentes deportivos -o al menos eso quiero creer- y no lo que sin esfuerzo se entiende de forma literal, porque si revisamos sus palabras, no menciona a ninguno de los dos causantes directos de su molestia y más bien en su reproche enfatiza al país (que no le habría apoyado y que nunca creyó en él), e incluso, por si quedara alguna duda, dice que el triunfo le pertenece a él y a quienes le apoyaron en su momento, que, lo aclara también, serían solo “ciertas personas”.
Fíjese usted que el abandono y falta de apoyo gubernamental fueron tanto para Richard como para Neisi, no obstante, las expresiones en cada caso sonaron distintas. Neisi, por ejemplo, después de dedicar su triunfo a Dios, a su madre, hermano y entrenador, dijo: “Agradezco a mi país por esas buenas vibras que me enviaron”.
A veces el verbo no fluye como debiera, no decimos lo que realmente queremos decir y las palabras nos traicionan, que fue, entiendo, el caso de nuestro glorioso campeón olímpico.
Más allá de cualquier interpretación, infinitas gracias guerreros de oro. Sus grandiosos logros Richard y Neisi, enaltece el orgullo ecuatoriano y son luz para presentes y futuras generaciones. (O)