Chubascos climáticos / Esteban Torres Cobo
Resulta divertida la fascinación de las masas por encontrar dioses y religiones en cada esquina. Por nutrirse de la luz de los becerros de oro que vienen ahora en todos los tamaños, etiquetas y gustos. El clima y sus defensores son los maestros de ceremonia del momento. Y Greta, por supuesto Greta. La niña del apocalipsis que llena coliseos y convoca a marchas en todas las urbes.
A su hermana, los padres de Greta ya están preparando para que sea la adalid de la causa feminista, otra de las religiones modernas a las que adhieren un sinnúmero de almas jóvenes y por la que entregan su tiempo, sus bailes y su dignidad a Saurón, al gran ojo de Saurón.
La causa del clima es muy simple. ¿Se acuerdan cuando todo se llamaba “Calentamiento Global” y no “Cambio Climático”? Fue a mediados de la década del 2000 cuando la novelería encontró en políticos como Al Gore la causa climática. En ese tiempo la religión se llamaba “calentamiento” y Gore pontificaba contra las industrias por calentar el ambiente y destruir la capa de ozono. Pronosticó fallidamente que en diez años luego de su documental “Una Verdad Incómoda” del 2006, es decir, en el 2016 la vida en la Tierra sería inviable.
Probado su fiasco, la causa cambió su nombre a “Cambio Climático” puesto que la Tierra no solo no se calentó sino que la capa de ozono se regeneró, como lo ha hecho durante millones de años. La nueva religión, me atrevo a decir, también fracasará porque su pronóstico es una reverenda tontería. No habrá destrucción masiva de la raza humana, como aseguran Greta y sus amigos. Han puesto incluso año, el 2030. Estoy seguro de que seguiremos aquí. Leyendo y riéndo con las cosas divertidas que nos trae la vida. (O)