CIENCIA FICCIÓN/ JAIME GUEVARA SÁNCHEZ
Estaba pensando en una tonga de cosas cuando se acercaban dos mujeres de falda larga y un hombre perteneciente a la secta que ofrece vida eterna, tal cual la vivimos aquí y ahora. Andan equipados con su Biblia y con bolso lleno de la revista de la secta. Si después de “mandarle” el comercial sobre la salvación, logran enchufarle la revista, son dólares que los aceptan vengan de donde vengan, de católicos, evangélicos, adventistas, etcétera. Dólares son dólares.
De un solo tiro, el hombre me cuestiona con una oferta singular: “¿Quiere vivir setecientos años?” mientras hojea su Biblia. Yo devuelvo la pregunta, “Y usted, ¿quisiera vivir 700 años? Yo deseo que los viva. pero de acuerdo con su edad actual no me parece que los vaya a logar”. Me despido augurándoles un buen día en sus andanzas.
Hora mas tarde, le doy vueltas al asunto. 2Para que diablos querría uno vivir 700 años”. Todos los marchantes de hoy llegaríamos hasta el año 2728. Estaríamos viviendo el matrimonio numero equis. Ano ser que la consorte actual entre también en el plan 700 años. Es de suponer que la oferta de prolongación de la vida deberá ser en estado juvenil; sino ¿para qué?
Los expertos dicen que la población mundial-actual- se duplicara en 35 años. Aunque el periodo de duplicación es exponencial: conjeturemos que para el año 2728 se habrá multiplicado por veinte. Películas de ciencia ficción muestra una esfera de carne humana, de tal densidad, que impide ver el suelo terrenal. Será un mundo cibernético cien por ciento, todo computarizado, automatizado. Es posible que nos “instalen” un chip en la mollera para que todos marchantes mantengamos cierto orden.
La tierra estará en los estertores de la era petrolera. El primer mundo tendrá trenes elevados, además de los subterráneos, todos eléctricos. Derivados artificiales habrán integrado los “alimentos” de los miles de millones de pobres. ¡Para qué diantre vivir 100 años más, que digamos 700!
Hoy, los comerciales de televisión venden la felicidad mediante una llamada telefónica. No es aventurado pensar que algún “vivo” ofrezca 700 años de vida, con solo llamar al número zeta, zeta, zeta…a ¡diez dólares cada llamada!
Es mejor abandonar la fantasía, volver a la realidad. Poner los pies sobre la tierra. Trabajar duro y parejo, inteligentemente, todos los días. Respetar a nuestro prójimo. Vivir honestamente… hasta que el Gran Jefe dicte su sentencia final: “Marche compañero”