Ciudades de 15 minutos / Esteban Torres Cobo
La nueva novedad de la Agenda 2030: ciudades de quince minutos. La idea es por demás lógica. Vivir cerca a todo, al supermercado, a la escuela, al trabajo y al parque. Quince minutos para llegar a todo. Sin autos ni buses sino con todo a una caminata o tomando la bicicleta. La mayor razón: evitar la contaminación del planeta y las emisiones del transporte. Una idea genial, sin duda, cuando los embotellamientos se hacen cada vez peores y más tiempo se pierde en los carros. Justo en uno de mis habituales trayectos Quito-Ambato, el planificado viaje de dos horas terminó siendo de cuatro por los choques y el tráfico. Todo sería más fácil con un tren rápido.
Ahora bien, ¿qué encierra la idea de los ciudades donde todo está cerca? Como todo lo que propone Davos y su Agenda 2030: control poblacional. En algunas ciudades del Reino Unido donde se ha aplicado esta idea ya hay protestas ciudadanas exigiendo libertad. Porque la engañosa cercanía llegó al punto de controlar cuántos días podía salir el ciudadano de su lugar de residencia y a sancionar a aquellos que excedían esos días. Absurdo. Ni se puede sancionar a alguien por moverse ni se le puede contabilizar por las emisiones que genere su traslado. La obsesión por el control de la gente no para. Van a las emisiones. Quieren eliminar el dinero físico para rastrear todos los gastos de los ciudadanos.
Es por eso que se critica tanto la seudointelectualidad de Davos y su complejo de superioridad. Su deseo de controlarlo todo y de pasar por alto la libertad de los seres humanos. El problema, sin embargo, es que no son locos aislados sino muy poderosos y cercanos al poder. Por eso, sus ideas no deberían dejar de preocuparnos.