Comunicación efectiva sin esconderse / Fabricio Dávila

Columnistas, Opinión

Guillermo Lasso, el segundo día de su posesión como presidente, envió a la Asamblea Nacional una nueva Ley Orgánica de Comunicación. Pasado más de un año, aún sigue a la espera.

La información como derecho ciudadano y el trabajo de los medios de comunicación son fundamentales en democracia. Sin embargo, el clima antiprensa sembrado por el gobierno de las “manos limpias y los corazones ardientes”, no ha cambiado sustancialmente los últimos años. Durante la presidencia del licenciado Lenin Moreno, existió variaciones de forma, pero no de fondo. Este gobierno cargó con la muerte del equipo periodístico de El Comercio, cuyo caso continúa en la impunidad. Mientras, el actual gobierno “del encuentro”, empieza a adoptar viejas prácticas como victimizarse y culpar a la prensa.

La estrategia del presidente Lasso y su grupo de comunicación es hacer silencio y reaccionar a las críticas con un discurso desgastado, afirmando que la prensa quiere hacer daño a un gobierno que “recién comienza”, cuando falta poco para que consuma la mitad de su período.

Los problemas del país no se agotan o limitan a la confrontación entre la prensa y el presidente o sus ministros. Probablemente, este conflicto sirve como distractor frente a los graves problemas de la sociedad. En esta batalla, entre el gobierno y los medios de comunicación críticos, la credibilidad de los comunicadores está en juego. Las autoridades son transitorias. El periodismo no caduca.

Los críticos del gobierno lo acusan de inoperancia y esconderse frente a la corrupción. Los aliados del poder creen que los medios de comunicación independientes tienen demasiado poder y utilizan sus espacios para impulsar intereses comerciales propios. La consecuencia, es una prensa altamente polarizada.

El papel de los medios en el Ecuador es preponderante. Los partidos y movimientos políticos formulan propuestas para obtener votos y esto supone que el gobierno se convierte en un empresario que vende políticas a cambio de aceptación popular. Entonces, la prensa opera como mediadora entre la sociedad y el poder. El resultado es una constante confrontación mediática, como forma legítima de comunicación. En esta dinámica, el gobierno debe responder sin esconderse, no a los medios, sino a la sociedad a través de ellos. Esto tiene, tal vez, la misma importancia que haber tramitado una nueva ley de comunicación.

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