Conciencia y conocimiento / Kléver Silva Zaldumbide
La historia humana es vasta y, al mismo tiempo pequeña. Si bien somos recién llegados a la fiesta de la vida como seres emocionales que pensamos, son numerosos los intentos relacionados con la búsqueda de las mejores condiciones de vida. El hombre ha sido médico de sí mismo desde sus comienzos y ha intentado comprender y resolver los desafíos que se le planteaban. Primero a partir del instinto y más tarde, gradualmente, desde la potencia de su función pensante.
Acerca de las fuentes del conocimiento humano, es necesario aportar en un intento por resolver la contradicción planteada entre intuición y razón, que nos parece la causa principal de la enfermedad más importante: la ruptura esquizoide del hombre con la naturaleza, con sus semejantes y consigo mismo (cuerpo y mente como ámbitos separados del ser). La consecuencia de esta división está a la vista: hemos sido entrenados en desconfiar de nuestra propia naturaleza y de la vida en general (que nos parece una amenaza), hemos empezado a destruir el planeta que habitamos y hemos perdido la senda. La vida se ha transformado en una experiencia inconsistente y sin sentido: un espectáculo bastante burdo atravesado por la angustia y ambientado en una gravísima situación sanitaria: la plaga emocional, caracterizada por el miedo a la vida y la pérdida de los valores primarios: el amor, el trabajo y el conocimiento. Ésta pérdida ha intentado paliarse sin éxito, reforzando hasta la histeria la falsa importancia de los valores secundarios: el poder, la fama, el dinero, la apariencia, el placer, etc. Me apresuro a decir que, respecto a los orígenes de este conflicto, que también ha logrado devorarse sin esfuerzo las buenas intenciones de las revoluciones sociales, caben dos miradas, dos posiciones. Una es suponer que semejante desviación en el camino del hombre le es natural, implícita, casi congénita. La otra es postular que esta crisis tiene raíces culturales, que, así como tiene un camino de ida puede tenerlo de vuelta, que es posible y factible “volver al buen camino”.
Implica construir, urgentemente, otra historia para el ser humano, antes que la basura, la superpoblación, la contaminación, la corrupción y más males sociales terminen con su obra devastadora.
Sin necesidad de ponerse apocalípticos, parece bastante claro para cualquiera que intente mirar las cosas de frente, verificar que en pocos años las condiciones medioambientales han empeorado vertiginosamente, coherentemente con la ecología emocional humana. Y lo peor de todo es que parece ser que no hemos aprendido nada de esta pandemia que la estamos viviendo. La deriva natural de los hechos no funciona a favor de la salud humana, ni biológica, ni psicológica y peor social: para mejorar es necesario tomar parte activa y decidir que es necesario producir ciertos cambios importantes. Es necesario ofrecer a nuestra población difusión de medicina familiar preventiva, educativa desde el punto de vista energético; Fomentar la inconmensurable bondad del conocimiento, despertar conciencias, luchar contra el cinismo y el engaño de quienes se aprovechan de la ignorancia de muchos para enriquecerse en nombre de la igualdad. El despertar de esa conciencia y del conocimiento servirá hoy por hoy como requisito previo para el logro de un equilibrio biológico, psicológico y de prosperidad, tanto individual como colectiva en la humanidad entera. (O)