Confinamientos y libertad / Esteban Torres Cobo
Quizás la pesadilla está por terminar. Tuve la oportunidad de estar en Madrid estos días por la gentil invitación del partido VOX para dialogar sobre los resultados de la última elección en Ecuador, las oportunidades de inversión europea en nuestro país y a propósito del proceso eleccionario que se lleva en la comunidad capital, y soy testigo de como el mundo vuelve de a poco a la normalidad. O al menos algo así cuando los gobernantes son algo cautos en los encierros y los límites a los ciudadanos. Porque lo que sucede en Madrid es distinto a lo de otras comunidades autónomas.
Con un proceso de vacunación casi culminado en los adultos mayores, la escena de hijos llevando a sus ancianas madres (curiosamente no vi tanto ancianos hombres y eso me lleva a pensar que pasó lo peor) se repitió incansablemente en todos los escenarios de la ciudad. Especialmente en los parques y las aceras de la ciudad. También paseaban ancianos solos y en grupos de amigos. Durante el fin de semana la imagen se potenció. Llenos totales, aunque con cierta distancia, en restaurantes, terrazas y bares de copas. Y ya no solo adultos sino niños y jovenes.
Un mundo como el que en algunas partes, y quizás por el menor acceso a las vacunas, todavía no vemos algunos. Escenas parecidas hemos visto en los Estados Unidos, aunque esas sí arriesgadamente omitiendo el uso de la mascarilla. En el Reino Unido el uso de la mascarilla se sostiene un poco más y allí bares también abrieron hace pocas semanas.
La conclusión de todo esto es que definitivamente las vacunas funcionaron. Nos permitieron vencer al virus en un tiempo que habría sorprendido a los científicos del pasado y por supuesto a quieren vivieron otras pandemias. Algo se especula sobre posibles efectos secundarios o posteriores pero poco a poco no deja de empezar a engrosar una leyenda urbana más. Ni los ancianos han fallecido luego de ponérsela ni su aplicación limita en forma alguna al inoculado. La humanidad ha vencido nuevamente una adversidad que se pensaba infranqueable en poco tiempo. Tenemos que estar orgullosos. (O)