Consolidación china / Esteban Torres Cobo
Resulta curioso que en el auge de las democracias del siglo XXI China siga manteniendo un sistema distinto para elegir a sus autoridades. No es para nada una China aislada y rural como la de Mao Zedong, sino una que le pisa los talones a Estados Unidos y llega a todos lugares con fuerza, como en nuestro propio país.
Pero ahí no eligen los chinos a su presidente sino que lo hace el Partido Comunista de China. Y, al parecer, les funciona bien. Convertido ya casi en el nuevo semidiós del gigante asiático, Xi Jinping acaba de asegurar un nuevo mandato ya sin los obstáculos de los límites a las reelecciones. Consiguió que el Partido elimine cualquier límite y que incluya, sorprendentemente, hasta su nombre en la Constitución de la República Popular de China. Algo que no pasaba desde Mao.
Eligió como su vicepresidente al hombre fuerte de la lucha anticorrupción y amigo de infancia con el que llevó a cabo la mayor purga dentro del partido y persecución a sus enemigos políticos. Más de mil quinientos miembros de la cúpula terminaron procesados, encarcelados o exiliados. Varios de ellos eran multimillonarios y muy influyentes.
El poder de Xi no tiene precedentes y a sus ciudadanos no les molesta. De su mano China se ha convertido en la potencia industrial, política y económica que mueve el mundo. Al menos en Rusia Putin tiene el detalle de recrear unas elecciones aparentemente democráticas donde siempre vence, pero en China no hay aires de que vayan a existir elecciones algún momento. No es como tal una democracia del siglo XXI pero ni a los chinos ni al mundo le importa. (O)