Coronación / Esteban Torres Cobo
Carlos III ha sido coronado oficialmente como Rey de Inglaterra. En el trono desde hace algún tiempo luego del fallecimiento de su madre, la Reina Isabel, accede ahora sí y con todos los protocolos al lugar más importante que se conozca entre las monarquías actuales, que todavía son algunas en el mundo.
La pompa, los colores y las tradiciones son siempre las más criticadas en este tipo de eventos y sucesiones monárquicas. Que para qué siguen existiendo las monarquías, las coronas y demás críticas básicas que se escuchan por doquier. Pero no desaparecen las tradiciones, o al menos no en la de Inglaterra. De hecho, se refuerzan. Porque son importantes. Porque la monarquía sin color, tradición y símbolos no sería monarquía. Sería lo que se ve todos los días en cualquier país y eso no genera interés alguno.
Las joyas, los palacios, los títulos y los carruajes son símbolos en vías de extinción que la monarquía mantiene para gusto y atracción de las masas. Por eso la monarquía inglesa genera millones de dólares en turismo y atracción de inversiones. Y por eso los matrimonios reales, nacimientos y hasta fallecimientos mueven parte del comercio local de Londres en souvenirs, estampillas y más.
Los reyes se coronan así para demostrar que nadie más podría hacerlo sin parecer loco o ridículo. ¿Se imaginan, por ejemplo, al presidente de los Estados Unidos utilizando un traje distinto al tradicional, con coronas, cetros y más el día de su posesión? Además, y según la tradición, la coronación tiene elementos divinos porque antes se creía que eran delegados de dios en la Tierra. La primera coronación televisada del Reino Unido fue precisamente la de la Reina Isabel, en un intento de la monarquía por modernizarse y llegar a los hogares de todos los británicos y al mundo. (O)