¿Corporaciones malditas?/ Esteban Torres Cobo
La declarada guerra del presidente Donald Trump contra Amazon tiene raíces más profundas que sólo una retaliación por el periodismo crítico que le hace el Washington Post, propiedad las dos empresas del hombre más rico del mundo, Jeff Bezzos.
En la superficie, y al menos así también se la plantea al gran público, está el ataque contra el gigante estadounidense por aprovecharse del servicio postal estatal para bajar sus costos y por la quiebra con la que terminan todos sus competidores, especialmente los locales pequeños, llamados comúnmente «mom and pop stores». Crítica que se extiende a todas las grandes corporaciones y que se fortaleció luego del escándalo de Facebook en la entrega de datos personales a empresas vinculadas a campañas políticas. Todo lo cual motiva un curioso pero creciente: «frénenlos».
También hay voces críticas en Latinoamérica. En una interesante entrevista que le hizo el expresidente Correa a Cristina Fernández de Kirchner en su nuevo programa de Russia Today, los dos expolíticos concluyeron que la estructura del Estado divida en tres poderes planteada por Montesquieu está caduca y no funciona ya para frenar y controlar a las grandes corporaciones. Que éstas han secuestrado la democracia y hace falta más poder estatal, un pedido recurrente entre gente de izquierda.
¿Pero en realidad son tan malas las grandes corporaciones? ¿No son acaso un producto de nosotros mismos, que no dejamos de darles nuestros dólares a cambio de iphones o servicios? Solo en Ecuador, por ejemplo, hay empresas que tienen presupuestos anuales más potentes que el de varios municipios. ¿Se han vuelto incontrolables?
El debate es actual y novedoso, pero poco podrá influir en el avance capitalista que ha experimentado el mundo en el último siglo y, especialmente, en los últimos 20 años de revolución informática. El poder político tampoco podrá hacer mucho. Por simple lógica siempre llegará más tarde. (O)