Cristo templo de Dios / P. Hugo Cisneros
Cada grupo religioso, en todos los tiempos, siempre se preocupó en tener un templo como signo de la presencia de su Dios. Por ello hermosos fueron y son los templos babilónicos, los de Silo, el de Jerusalén, de la Meca, todas las Pagodas del mundo oriental, las Mezquitas del mundo árabe.
Cristo en su diálogo con el hombre de todos los tiempos representada por la Samaritana al borde del Pozo de Jacob, proclama que “vendrán tiempos nuevos en los que el hombre no necesitará del templo físico ni de Jerusalén ni de Samaria, pues adorará a Dios en Espíritu y verdad” (Juan 4).
Cuando Cristo hablaba de la destrucción de “este templo” se refería a su cuerpo, a su persona: “Destruid este templo y en tres días le reconstruiré” (Mc 14,58) Cristo es templo de Dios vivo porque en él reside la plenitud de Dios que es su Padre, porque desde este templo Jesús se convierte en adorador de su Padre, a él le ofrece su obediencia, el acatamiento a su voluntad. El, que es templo vivo se convierte en el gran y único mediador ante Dios su Padre. Desde Cristo y por Cristo, Dios Padre llega a nosotros y nosotros podemos llegar al Padre: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre, Cristo, con su vida, sus actitudes, su palabra “nos muestra al Padre” (Juan 14)
Ir hacia Cristo, templo vivo de Dios es lo mismo que ir hacia el Padre, vivir un encuentro con él, porque Cristo y el Padre son una misma cosa, pues Cristo está en el Padre y el Padre está en Cristo (Juan 14).
Cristo es el espacio para que nosotros sus discípulos sintamos su amor, descubramos la necesidad de Amar, encontremos la fuerza para amar a los demás, mediante el cumplimiento de su Palabra. El “amaos los unos a los otros” resuena permanentemente en el templo vivo de Dios que es Jesús. Nadie podrá comprender a Jesús si no se ama en él, por él y para él. Por eso enj Cristo celebramos nuestro amor, sin Cristo y sin su amor nada somos, nada tenemos y sonamos como campana (1 Cor. 13)
El templo que es Cristo, se prolonga a lo largo de la historia a través de su Iglesia, de su comunidad de creyentes. De esta comunidad Cristo se convierte en la “piedra angular”, en la roca fundamental que sostiene, alimenta, proyecta el crecimiento de su cuerpo, templo histórico que es la Iglesia unos son profetas, otros apóstoles, pero todos forman un solo templo un solo Cuerpo. (1 Cor. 12) El mejor culto que debe salir del templo que es Cristo, es el de la fraternidad, pues en Cristo somos elegidos hijos y convertidos en hermanos (Efes.1)
El mejor acto de culto que debe salir del templo de Cristo es el de la misericordia: “perdonaos los unos a los otros como yo les he perdonado”. Cristo es el mismo tiempo, templo, sacrificio, sacerdote, víctima y altar por eso todo acto de culto a Dios que no sale de Cristo-templo es una idolatría.
En Cristo nos convertimos en verdaderos adoradores del Padre. Reconocemos la grandeza de Dios y su bondad, aceptamos la mediación del Señor Jesús y nos convertimos en anunciadores de su Buena Nueva, evangelio.
Debemos en todo momento esforzarnos con la ayuda del Espíritu a “injertarnos en Cristo”, como el racimo a la vid, y entrar así en un verdadero diálogo de vida, de amor, de crecimiento. (Juan 15)
La liturgia de la Iglesia proclama el valor y la grandeza del templo que es Jesús que su gran oración corona con esas palabras hermosas “Por Cristo, con él, y en él, a ti mi Dios Padre Todopoderoso, en la unidad con el Espíritu Santo, todo honor, toda gloria por los siglos de los siglos”. (O)