Criterios lampreados / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Es por demás obvio que el presidente de la República y su círculo cercano deben ser de los primeros en vacunarse, porque nos guste o no Lenín Moreno es el Jefe de Estado y su seguridad personal atañe la institucionalidad nacional. Esto no está en discusión, aunque algunos se empecinen en entablar una; lo que sí lo está son sus actos, lo que hace o deja de hacer, su gestión como primer mandatario. Y en este sentido, durante los cuatro años de su mandato Moreno no ha cambiado. Cuando comenzó lo dije en más de una ocasión: “con él tendremos una de cal y otra de arena” y así ha sido hasta el día de hoy. Los aciertos, que los ha habido, se ven empañados con actitudes como la de una pésima gestión en el abastecimiento de vacunas para el país y a la vez el seguir permitiendo listas VIP de vacunados. Inadmisible.

Pero el Ecuador hace agua por varios frentes con muchos hoyos enormes e imposibles de ocultarlos, y otros más pequeños y camuflados, pero todos altamente peligrosos. Como el de la crisis carcelaria, por ejemplo, y que al gobierno de Moreno le estalló en las manos, al punto de denunciar el mismo Comandante General de Policía que ya no solo ingresan libremente a las cárceles celulares, pistolas, cuchillos o drogas, sino que -créalo o no- se intentó hacerlo con una bazuca. Simplemente de locos.

El debate del domingo entre los dos candidatos finalistas no sorprendió mayormente. El candidato Aráuz usando los mismos recursos rastreros del correismo de atacar repitiendo mil veces las mismas mentiras, con estrategias canallas como la de involucrar a Lasso en el grupo de “sus amigos vacunados”, plantear con mala fe preguntas rebuscadas usadas como zancadilla, y otras. Lasso, como era de esperarse, no se rebajó y prefirió la cordura que en lo personal creo que no fue la mejor estrategia considerando que su contendor y los suyos -ellos sí- tienen un sinfín de casos demostrados por los que rendir cuentas y que podían haber sido usados como una estrategia de ataque bien pensado. La muletilla de “Andrés, no mientas otra vez” pegó, aunque me temo que no fue suficiente. Al final, Aráuz, bien asesorado, hizo lo suyo y sin duda impactó en el electorado indeciso, mientras que Lasso, contemplativo, desaprovechó la oportunidad de desnudar de cuerpo entero a los criminales. (O)

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