Cuídate que te cuidaré
La turbulencia futbolística internacional nos dejó saber sobre dos selecciones nacionales ganadoras de sus respectivos torneos continentales y, una vez decantada la euforia triunfalista, nos devuelve a la instancia de preocupación y sospecha en la que hemos vivido, atosigados y sometidos a la elucubración y la adivinación.
Retornamos al lugar en donde los escenarios, cambian más rápido que el césped (artificial o natural) de las canchas y, las reglas del juego -sin remordimiento- se acomodan a las circunstancias.
Los observatorios creados para garantizar y seguir el cumplimiento de las normas establecidas, tal como ocurre con el VAR, muchas de las veces se hacen de la vista gorda o simplemente pierden momentáneamente la visión y nos dejan en el limbo.
Entonces nada pasa o, por antonomasia, todo acontece, pero superando las regulaciones y atendiendo a las presiones, las pasiones y los compromisos colgados de subjetividades.
Tenemos un país no solo enfermo, sino enfermizo de mentira y falsedad. Inundado de violencias, flagrancias y fugas. De esperanzas y dolores.
Un país que no termina de encontrar el sendero para asegurar su desarrollo y progreso -y sobre todo para garantizar el bienestar de su pueblo- con libertad y seguridad, porque no le dejan.
El hacer político peca de falso y acomodaticio. Ajusta sus fauces con audacia y cuando la presa se relame entre sus dientes, la despedaza sin misericordia ni asco.
Ensangrentado, babea, y su fétido y nauseabundo aliento, deja una estela de laceración que impide mirar el horizonte.
Enmarcados en una constitución creada a imagen y semejanza, garantista a más no poder, pendular, plagada de impedimentos y dilapidaciones; rodeados de una narco delincuencia enquistada a discreción en todos los ámbitos del poder público y privado. ¿Qué podemos esperar? ¿Qué estamos dispuestos a hacer?
Los males deben cortarse de raíz.
Caso contrario corremos la suerte: bien de desaparecer o bien de ser devorados por las fauces políticas insaciables que pretenden hacerse de fiscalía, judicatura y presidencia, como si se tratara de un combo ferial puesto a su disposición.
¡Si no somos capaces de cuidarnos, no merecemos vivir!