Cultura política / Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión

La cultura política en el Ecuador ha dejado mucho que desear, porque penosamente las perspectivas de los diferentes movimientos políticos no tienen relación ni coherencia con el proceso de una vida política saludable para nuestro país, las acciones y prácticas sociales en los organismos públicos que observamos en el día a día, en nombre del “bienestar y progreso social “están diametralmente opuestas a los postulados de la Nación y las necesidades del pueblo.

¿Qué es la cultura política? José Eduardo Jorge, refiere que: “La cultura política comprende los valores, creencias, libertades y pautas de conducta relevantes para el proceso político que prevalecen entre los individuos y grupos de la sociedad”.  Según esta acepción semántica nos queda muy claro que el papel de la cultura política radica en una gobernabilidad ética que conduzcan al ejercicio pleno de la democracia.

La democracia, por lo tanto, debe estar sustentada en una forma de gobierno justa equitativa e integral que propicie una convivencia de armonía, de paz y seguridad. En una democracia ideal la participación de la ciudadanía es el factor que materializa los cambios, por lo que es necesario que entre gobernantes y ciudadanos establezcan un pacto social para alcanzar objetivos comunes.

La cultura política democrática conlleva la idea de pluralidad. El pluralismo como modelo de comportamiento social es fundamental para reglamentar las relaciones entre los grupos y llegar a la creación de una cultura amigable de convivencia. Pluralismo significa respetar y aceptar las diferencias e ideas ajenas y, muy ligada a ésta, la de competencia, en el sentido de lucha o juego político, pues se parte de la convicción de que cada cual tiene el mismo derecho a ejercer todas las libertades individuales.

Crear dicho pluralismo, que es una pauta esencialmente democrática, significa, por un lado, mantener la concepción ideológica y conceptual, necesaria para la creación y existencia de cualquier grupo; y por el otro, aceptar la manera de pensar y conductas diferentes, dentro de una mentalidad de convivencia saludable y práctica.

Si se logra entender que la democracia no es otra cosa que un acuerdo del pueblo con el Estado que se unen para establecer formas de entendimiento sobre las demandas sociales que faciliten la vida y propicien la defensa de los derechos humanos, el laobr de la gobernabilidad debería guiarse hacia la búsqueda y realización de propósitos comunes.

Mientras no se logre entender a plenitud que la democracia significa el ejercicio de las libertades humanas con sentido patriótico y humano, que propicien la creación de una nueva conciencia política como fundamento para la construcción de la democracia; desgraciadamente el Ecuador estará en manos de los enemigos de esta comprensión y entendimiento que ostenta el poder, cualesquiera que ellos sean. (O)

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