¿Curar o reprimir? / Pedro Reino Garcés
“Yo los he visto desnudos, cubiertos de harapos, no teniendo más que paja para libarse de la fría humedad del empedrado en que están tendidos. Los he visto mal alimentados, privados de aire que respirar, de agua para calmar su sed de las cosas más necesarias de la vida. Los he visto entregados a auténticos carceleros, abandonados a su brutal vigilancia. Los he visto en recintos estrechos, sucios, infectos, sin aire, sin luz, encerrados en antros donde no se encerraría a los animales feroces que el lujo de los gobiernos mantiene con grandes gastos en las capitales”. Esta es una cita que refiere a la forma cómo, en Francia, se tenían a los enfermos mentales internados por sospechosos o tenidos por locos en los hospitales (Esquirol, París, 1838). Ahora esto nos suena a verdaderas cárceles.
La impresión que a uno le causa la lectura del surgimiento de los hospitales en Francia y en Inglaterra, es aterradora. Se evidencia el surgimiento de las cárceles a donde van a parar quienes sufren las consecuencias de la desigualdad social. Foucault en su Historia de la Locura (1964) advierte: “El Hospital General no tiene relación con ninguna idea médica”. Nos preguntamos entonces, ¿Para qué se recogían y se internaban a los desadaptados? Así, él mismo nos advierte que los hospitales “son una instancia del orden, del orden monárquico y burgués que se organiza en Francia en esta misma época. Está directamente entroncado con el poder real, que lo ha colocado bajo la sola autoridad del gobierno civil”.
Atraer estas reflexiones a las actuales vivencias experimentadas como práctica sufrida en esta presente pandemia, es darnos cuenta el nivel mental con que se nos ha tratado. Hemos sido víctimas de la manipulación antes que de sentirnos servidos e interesados por nuestra salud. ¿Cuánto de idea médica en sí tiene la disposición de confinamiento? La sociedad se ha sentido más bien encarcelada antes que fortalecida en resguardo de su vida. El confinamiento afecta directamente a los pobres que saben que les espera el contagio y el cementerio. Las clases de poder buscan alternativas de salud al margen del oficialismo que regula todo y da las alarmas a la sociedad de la obediencia que vive de la amenaza y la represión. Hemos visto que las disposiciones policiacas son mayoritarias que las propuestas médicas en sí.
Apropiándonos de las ideas de este filósofo convirtamos en pregunta lo que Foucault explica como aseveración: “Son estos los verdaderos gobernadores, los delegados del poder real y de la fortuna burguesa frente al mundo de la miseria”. En realidad, estos “delegados del poder” son quienes, en vez de hacer propuestas de salud, como no tienen competencia para ello por formación, se han limitado a “poner orden”; es decir, se les ha facultado el poder de la represión, porque es el pueblo el que vive en el desorden debido a falta de educación, filosofía de vida que no tiene más horizonte que la supervivencia y la inmediatez.
“Desde luego, un hecho está claro. El Hospital General no es un establecimiento médico. Es más bien una estructura semi jurídica, una especie de entidad administrativa que, al lado de los poderes de antemano constituidos y fuera de los tribunales, decide, juzga y ejecuta”. A estos hospitales iba la gente de la calle, los de extrema pobreza, unos reclutados por “limpieza de las ciudades” y hasta por libre voluntad. Sin diagnóstico médico, por los años 1600 los locos se entremezclan con tantos enfermos y desadaptados que no son curados con medicina, sino instrumentos de control: “Para ese efecto los directores tendrán estacas y argollas de suplicio, prisiones y mazmorras, en el dicho hospital y lugares que de él dependan, como ellos lo juzguen conveniente, sin que se puedan apelar las ordenanzas que serán redactadas por los directores para el interior de dicho hospital”. Mirando esto, los médicos tienen que hacer su propia lucha en contra de quienes insensiblemente manejan el poder. Sería ideal confiar en la medicina primero, y mejor si está respaldada por el Estado. (O)