De la presunción a la afectación
Todo invita a pensar que la intensidad, intencionalidad y justificación del sainete montado por el personaje de la “traición a la patria”, se concrete en la desesperación de saber que han sido retenidos y están bajo custodia, un par de dispositivos electrónicos de propiedad del PPL Glas obtenidos al momento de su recaptura, que se convierten, por así decirlo, en mudos testigos dispuestos a cantar -cuando sean explotados- por las autoridades jurisdiccionales en el proceso de investigación que ha reanudado.
En redes y entretelones se comenta que esos aparatitos digitales tan útiles para la comunicación guardan testimonios, enlaces y mensajes de tal trascendencia que, preocupan a más de uno de los integrantes de los grupos políticos identificados como amigos del recapturado exvicepresidente, porque no pueden, ni deben ser conocidos y menos difundidos, sobre todo ahora que se ha iniciado el juicio a Polit y parece ser que la DEA está muy interesada en la relación de JG con el tema drogas.
Como quiera que fuere, el gobierno nacional, montado en la cresta de la ola, no puede menos que insistir en los contextos que derivaron a la adopción de la difícil y grave medida instrumentada para recapturar a un delincuente que -por ser tal- no debía haber sido recibido y mantenido como “huésped” en la embajada mexicana mientras se encontraba cumpliendo una de sus sanciones privativas de libertad, hasta que finalmente le fuera concedido asilo.
Ese tiempo de “hospedaje y protección a un delincuente” rebasa la concepción del derecho de asilo y debe ser parte de revisión y ponderación en las instancias internacionales a donde se ha conducido y radicado el impasse diplomático entre Ecuador y México.
«El respeto al derecho ajeno es la paz», frase célebre atribuida a Benito Juárez, encapsula una de las ideas fundamentales de la ética y la convivencia humana: el respeto por los derechos de los demás es esencial para la coexistencia pacífica en cualquier sociedad. De suyo, las intromisiones en asuntos internos de otra nación son, un irrespeto injustificable por donde quiera que se lo mire.
Lo cierto es que, cuando personas, comunidades y naciones no reconocen ni observan los derechos y libertades de los demás, la verdadera paz se erosiona, agrieta y afecta. Y para cambiar ese statu quo, cada individuo y entidad debe abstenerse de infringirlos, al objeto de evitar una reacción inminente en contrario, justificada y lógica.
Hacerlo, sin duda contribuirá al mantenimiento de la tranquilidad y el orden. (O)