De vuelta a la Edad Media / Luis Fernando Torres
En un milenio, conocido como la Edad Media, el mundo occidental se llenó de luz con el desarrollo de las ciudades amuralladas, de las universidades, de las libertades individuales esenciales para la dignidad de las personas y los inventos útiles para la vida cotidiana, como el tenedor o los lentes. Desde el año 476, cuando colapsó el Imperio Romano de Occidente, hasta el año 1453, en que las tinieblas cubrieron al Imperio Bizantino, no sólo se redescubrió la herencia de Grecia y de Roma sino que se forjó la democracia comunal y la economía bancaria.
Las medievalistas han resucitado con fuerza en medio de los conflictos por la vacunación masiva y obligatoria, levantando un dique a la destrucción de la libertad para decidir. En Europa los defensores de las vacunas proclaman “no sea medieval, apoye a la ciencia y vacúnese”, como si la Edad Media hubiera sido una época oscurantista, retrógrada, ajena a la ciencia y a la medicina.
Lo que caracterizó a la Edad Media, por el siglo XI, fue un compromiso con las libertades individuales, a tal punto que se le reconocía a la mujer el derecho pleno a explotar económicamente la finca familiar sin autorización del marido.
La Inquisición es posterior a la Edad Media, al igual que la matanza de brujas en las hogueras. La desinformación ha desfigurado a la Edad Media. Los críticos de ésta omiten que el libro, la imprenta, el reloj mecánico, el papel moneda, el sistema para contabilizar el tiempo, las lenguas, como el castellano, aparecieron en esa época.
El legendario Cid es de la Edad Media, como lo es San Agustín. Tanto le impactó a Umberto Eco el medievalismo que su novela, El Nombre de la Rosa, recrea ese tiempo en los laberintos de una biblioteca administrada por monjes y religiosos.
Ser medieval debería ser la bandera que levanten orgullosamente aquellos que, sabiendo la importancia de la ciencia, defienden lo sagrado para un ser humano, sus libertades individuales, frente a imposición de vacunaciones experimentales y forzosas por parte de autoridades nacionales y locales de perfil estatista.
Las más potentes rebeliones ciudadanas ocurrieron en el Edad Media en Francia. En el Siglo XXI, son nuevamente los franceses los que se han levantado en la mayoría de ciudades galas para desafiar las políticas discriminatorias de Macron. ¡ De vuelta a la Edad Media ¡ (O)