Decencia en la Política

Columnistas, Opinión

En nuestra sociedad, la política se ha convertido en un espacio marcado por la manipulación, la corrupción y la ambición desmedida. La decencia, un valor fundamental en el ejercicio del poder, parece cada vez más escasa. La política debería ser un ámbito donde prevalezcan la ética, la responsabilidad y el respeto a la voluntad del pueblo, pero con demasiada frecuencia se transforma en un escenario de confrontación, deshonestidad y falta de principios.

La decencia en la política no significa evitar el debate o la confrontación de ideas, sino promover un ejercicio del poder basado en el respeto y la transparencia. Los líderes deben recordar que su misión es servir a la ciudadanía y no a sus propios intereses. Una democracia sólida necesita políticos que, además de ser competentes, sean íntegros y comprendan que la verdadera autoridad reside en el compromiso con la justicia y el bienestar común.

Lamentablemente, en muchos países la sociedad ha normalizado la falta de ética en la política, aceptando con resignación que la corrupción es parte del sistema. Sin embargo, esta actitud solo contribuye al deterioro institucional y al abuso de poder. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos exigir transparencia, rendición de cuentas y un liderazgo basado en valores morales.

La decencia en la política no es una utopía, sino una necesidad inminente. Solo con líderes íntegros y ciudadanos comprometidos podremos construir sociedades más justas y equitativas. No podemos permitir que la política continúe siendo un refugio para los inescrupulosos; debe ser un espacio donde predomine la vocación de servicio y el respeto por el bien común.

Dios desea bendecirnos y nos proporciona principios fundamentales sobre política y liderazgo, resaltando la importancia de la justicia, la honestidad y el servicio. Aunque la Biblia no establece un modelo político específico, sí ofrece valores esenciales para guiar a los gobernantes y ciudadanos en su relación con la autoridad y la sociedad. Jesús enseñó que el liderazgo debe ejercerse con humildad y servicio, lo que implica que los gobernantes deben actuar en favor del pueblo y no en busca de poder personal. La justicia y la equidad deben prevalecer, ya que la corrupción y el abuso de poder erosionan la confianza en las instituciones.

Un aspecto que muchas veces ignoramos es la importancia de someternos a la autoridad con discernimiento. En Romanos 13:1-2 se nos recuerda que toda autoridad es establecida por Dios y debe ser respetada. En conclusión, la Biblia nos enseña que la política debe fundamentarse en la honestidad, el servicio y la justicia. Los líderes deben ser responsables ante Dios y la ciudadanía, y los ciudadanos deben actuar con sabiduría, promoviendo la transparencia y orando por quienes ejercen el poder. (O)

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