Decisiones informadas / David Pesantes.
En medio de una tertulia familiar como cualquier otra, escuché – entre sorbos de café – saltar a la luz un comentario que por el tono se asemejaba más a consejo: “hervir la leche por seguridad”. Refiriéndose a aquella leche que se compra en el supermercado y cuenta con una leyenda de éstas en su etiqueta: leche pasteurizada, leche ultrapasteurizada, UHT, etc., que para efectos del mensaje, vendrían siendo sinónimos. Después de oír aquella sugerencia, sentí que no podía mostrarme indiferente ante tamaño bulo. Así que usaré este espacio para replicar mi respuesta, porque seguramente habrá muchos más que, por desconocimiento o simple recelo infundado, aún desconfían del tratamiento térmico al que es sometida la leche natural empacada en fundas de polipropileno o tetra brik. Primero, la pasteurización es un tratamiento térmico o un control de tiempos y temperaturas que se aplica a la leche – entre otros productos lácteos –, con la finalidad de garantizar sus propiedades nutricionales intrínsecas y su consumo seguro; es decir, que no vaya a ser perjudicial para nuestra salud. Por lo que el hervir la leche o “repasteurizarla” en casa, no asegura nada que no haya sido asegurado previamente en la industria; de hecho, se estaría mermando aún más – y con mayor agresividad – el valor nutricional de ciertas vitaminas y proteínas. Si algo se puede rescatar de este ideario, es que su práctica solo conlleva el consumir un producto menos nutritivo que lo que cree, a diferencia de incipientes modas dogmáticas en países desarrollados que están promoviendo el consumo de leche cruda (sin pasteurizar); eso sí que supondría jugar a la ruleta rusa con nuestra salud, pero ese análisis merece, al menos, un artículo aparte. Por último, como creyente del ejercicio de la libertad de elección bajo los parámetros que uno considere convenientes, asimismo abogo por una sociedad en la que sus individuos estén informados respecto a decisiones trascendentales que puedan afectar su bienestar y salud. (O)