Declaración al morir / Luis Fernando Torres
“Los moribundos no mienten” es una poderosa noción jurídica en el derecho anglosajón, a tal punto que se le ha concedido un trascendental valor probatorio al testimonio de quien agoniza, recientemente, en los casos de violencia en contra de la mujer. El Tribunal Supremo de Justicia de Estados Unidos, en 1990, remitiéndose a un precedente de 1881, sostuvo que “nadie que inmediatamente vaya a comparecer ante el Creador lo hará con la mentira en sus labios”.
En latín, se sintetizaba, así, la idea de que los que van a morir no falsean la verdad: “nemo moriturus praesumitor mentire”.
Antes de terminar, el año 2020 no mintió. Sacó a la luz las verdades del mundo y de la vida. Se fue dejando certezas. Apreciarlas es la tarea pendiente.
Una verdad inobjetable es que el COVID no desaparecerá con las primeras vacunas. Seguirá como una amenaza latente sobre las vidas humanas. Otra certeza es que la economía no se recuperará rápidamente, por lo que la pobreza y el desempleo se extenderán el 2021. Y un hecho cierto es que China no será desplazada a un segundo plano y, por el contrario, mantendrá su ritmo de expansión e influencia. Por último, no hay duda que el petróleo no abandonará pronto la rectoría del sector energético.
Además de esas verdades mundiales, el 2020 le dejó en claro al Ecuador que la economía nacional se encuentra en un preocupante estado de fragilidad y que el próximo gobernante puede ser cualquiera de los tres punteros, por lo que lo único cierto es que no hay certeza sobre el horizonte político del país desde mayo de 2021.
De las ineficaces restricciones de movilidad vehicular no dio testimonio el 2020 sino el gobierno. Y un gobierno que se va no proporciona certezas. Deja secuelas.
El 2020, en sus últimos días, no dio testimonio alguno de miedo. Por el contrario, las señales de fueron de energía. En consecuencia, el 2021 se debe comenzar con energía para que el país se levante y los ecuatorianos recuperemos el camino del progreso. (O)